Carlos Puebla, cantor de la Revolución y del pueblo

Foto tomada de Internet

Soy del pueblo, pueblo soy…”, dice la tonada. Y una brisa marina con luz astral descubre el rostro del trovador. Con las cuerdas de una guitarra, desde un banco del parque de su Manzanillo natal, eterniza su voz.

 

Como cantar es su oficio, métrica y rima nacen de Carlos Puebla. No con el impulso del saber musical, sino incitado por un ánimo de son y melodía que corre por sus venas.

 

Desde aquel 11 de septiembre de 1917 anda. Deja salir de su interior el ansia con la que moldeó el pentagrama a su gusto. Y al pueblo le da su copla,
porque de sus entrañas procede.

 

Embajador artístico de una Isla y su gente, es el hombre corpulento y canoso cuya marcada cubanía asoma en cada una de las composiciones, mezcla de aroma popular y criollo, como las míticas Y en eso llegó Fidel y La OEA es cosa de risa.

 

Boleros, sones y guarachas, llevan su marca y timbre sonoro, su condición de cronista de la historia patria en los primeros años de Revolución. Mil temas tienen su firma, y son embellecidas con la picardía y sencillez de sus palabras, con emoción y sinceridad, sin artificios literarios, similar al decir de su pueblo.

 

Junto a Los tradicionales, conjunto que fundó en la capital cubana, trascendió a la historia del restaurante habanero La Bodeguita del Medio, realizó programas televisivos y grabó múltiples obras con el sello discográfico EGREM.

 

De Cuba, llevó su cantar hecho de palma y de Sol por países de América Latina, y con su Hasta siempre Comandante (1965), dedicada a Ernesto Che Guevara, escaló a la internacionalidad, al podio del pentagrama sonoro nacional.

 

Puebla camina aún entre los hombres, y su decir culto pero cándido, el entonar azaroso, se escucha con vívida frescura y alegría, en Manzanillo y Cuba, tanto en su voz como en la de quien sigue su canto, porque como él dijera “Soy del pueblo, pueblo soy, y adonde me lleva el pueblo voy”.