Cuando el llano conoció el ímpetu rebelde

En la madrugada del 1 de agosto de 1957 fue roto el profundo silencio de ese apacible horario, por una sinfonía de balas que anunciaba el ataque de los rebeldes al cuartel de Bueycito.

La columna contaba con unos 75 hombres encabezados por el Che, quien narra: “El plan era simple, aunque algo pretencioso: Lalo Sardiñas debía caer sobre el lado oeste del cuartel, Ramiro con su pelotón rodearlo totalmente, Ciro, con la ametralladora de la escuadra de la comandancia, estaría listo para atacar por el frente y Armando Oliver llegaría despreocupadamente con un automóvil, alumbrando a los guardias.

“En ese momento la gente de Ramirito debía irrumpir en el cuartel tomando a todos presos; al mismo tiempo había que apresar a todos los guardias que dormían en sus propias casas.

“La escuadra del teniente Noda era la encargada de detener cualquier tránsito por la carretera hasta que se iniciara el fuego, y William fue enviado a volar el puente que conecta a Bueycito con el entronque de la carretera central, para detener a las fuerzas represivas”.

El plan no pudo llevarse a cabo, pues era demasiado difícil para hombres que no conocían el terreno y sin gran experiencia.

Los ladridos de los perros extrañaron al centinela que armado con un Garand, al verse cara a cara con Guevara de la Serna, este último le dio el alto y falló la primera bala de su Thompson.

Escribiendo sobre el hecho el Che decía que solo recordaba que en medio del aguacero de tiros del Garand, corrió a una velocidad que nunca volvió a alcanzar y pasó, ya en el aire, doblando la esquina para caer en la calle transversal y arreglar ahí la ametralladora.

“El soldado impensadamente había dado la señal de ataque, pues éste era al primer disparo que se oía. Mientras Israel iba a hacer contacto, cesaba el tiroteo que apenas duró unos minutos y llegaba ya la noticia de la rendición.

“La gente de Ramirito, al oír los primeros disparos cruzó la cerca y atacó por detrás. En el cuartel había 12 guardias de los cuales seis estaban heridos. Nosotros habíamos sufrido una baja definitiva, la del compañero Pedro Rivero y, además, teníamos tres heridos leves”.

Los rebeldes quemaron el cuartel, luego de llevar todas las cosas que pudieran serles útiles, y montaron en sus camiones a dos prisioneros que luego liberaron.

Así pasó este combate a la historia como el primero de la Columna 4 y donde estrenó, el guerrillero argentino, sus grados de Comandante. Este asalto demostraba que no solo la Sierra Maestra era zona de operaciones de los barbudos, sino que el llano también conocería del ímpetu y el coraje verde olivo.