Lina, la de Epigran

Foto: Marlene Herrera (Archivo)
Foto: Marlene Herrera (Archivo)

Ella es una de esas mujeres que, que aunque pasen los años, siempre está, de las que, como ella misma dijo en una ocasión “no tiene límites para trabajar”. Su nombre en la Empresa Pesquera Industrial de Granma (Epigran) es símbolo de sacrificio, de responsabilidad, de heroísmo.

Fue en el año 1993 cuando Lina Ramírez Benedicto comenzó su travesía por ese mundo de escamas, crustáceos y poríferos. Para entonces, el trabajo de eviscerar pescado le permitió dar los primeros pasos e ir convirtiendo la agotadora labor en un tiempo de disfrute.

Luego vino el procesamiento del camarón, y ahora se ha hecho una verdadera experta en la clasificación del demandado crustáceo.

“Aquí en el trabajo somos integral. Clasificadora,  desconchadora de ostión, en el proceso de pescado, el de conformado, y especialmente clasificar el camarón por talla para la exportación, se lo tiran a la mesa para hacer cajas de 10 kilogramos, para que no se estropee mucho el camarón, y ahí es que tú lo vas clasificando echándolo en un cesto, y echando con agua helada, y ahí es que se va clasificando por talla, y se recoge por talla y se envasa por talla.”

Procesadora, clasificadora de camarón, langosta y esponja, si algo la llena de orgullo, es el saberse vanguardia, destacada, merecedora de reconocimientos, ejemplo vivo de la fortaleza de la mujer cubana que se empeña cada día por dar lo mejor de sí.

 “A veces cuando tengo compañeras que no pueden venir, o que están con un certificado por cualquier razón, yo vengo a ver en qué hoyo es que ellos me necesiten para yo cubrirlo”.

Con la misma pasión que desempeña su labor dentro de la industria, activa su capacidad creadora para propiciar alternativas a las mujeres cubanas en la confección de platos a base de pescado.

“Bueno, de la misma especie del mar, ahora se come casi todas las cosas del mar, pero antes rechazaban el machuelo, rechazaban el picadillo de pescado, las rayas, todas esas cosas que uno prepara para que la población se la come y le quede no solamente el pescado frito, y ya, como a veces uno tiene que buscar la vuelta”.

Incansable, sin saber a qué hora terminará la faena cada día, se siente feliz y privilegiada de poder contar con una familia que la apoya. Esta holguinera devenida manzanillera, reconoce que sus excelentes resultados solo han sido posibles gracias a ellos.

“Ellos me han apoyado para yo ser lo que he sido hasta ahora. Y pienso que ahora, con los años que tengo, yo pienso seguir realizando mi trabajo hasta que el Señor me dé fuerza”.

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