La Flor en el diamante del softbol femenino de Cuba

Era un niño cuando la vi, por primera vez, en el terreno del Estadio Alfredo Uset Bertot, de la Academia Provincial de Deportes de esta ciudad granmense.

Siempre me atrajo su elegancia como receptora de los equipos femeninos de softbol de Las Tunas que venían aquí a disputar los campeonatos primera categoría de ese deporte, conocido como de la bola blanda, pero que las cubanas juegan bien duro.

La admiración del niño creció en similar proporción a la estatura física porque a Yamila Flor Castillo me encantaba observarla desempeñarse detrás del home play: el uniforme siempre impecable, no obstante ser su posición una de las más complejas para ello.

Dinámica y fuerte, protagónica, inspiradora desde la entrega en el terreno y fuera de este, seria y concentrada en el objetivo del conjunto: la victoria, que les llegaba aunque las tuneras tenían que «sudar» la camiseta. Yamila era ejemplo para sus coequiperas, lo es para las actuales generaciones de atletas.

Esta cubana pertenece a la generación de oro de las chicas del softbol femenino de la Isla y tuvo que esforzarse al máximo para vestir la franela del «Cuba» porque en aquellos line up coincidió con Luisa Medina, la as con los arreos de aquellas legendarias selecciones nacionales.

Hace unos días indagué por ella durante el Campeonato Nacional de Softbol femenino que, por 18 veces vió titularse a las granmenses. «Felicidades, fue una final bonita», tecleó ella en el cajón de comentarios de mi información en Facebook.

«Cariñosamente, los aficionados me nombraron la tunera – manzanillera porque jugué para el equipo de Granma desde 1994 al 2003. Fui de las chicas de Indalecio Alejandrez y alcanzamos unos cuantos títulos.

«Tuve el placer de compartir con las mejores lanzadoras de Cuba en el mismo equipo. Te aseguro que cuando salía del terreno tenía que ponerme hielo.

«Siempre estaré agradecida con la provincia de Granma y en especial con el pueblo de Manzanillo porque ahí me hice una gran atleta y una excelente persona y se lo agradezco mucho al profesor Indalecio, quien desde un principio me dijo que pidiera la baja en Las Tunas que en Manzanillo tenía la plaza segura.

«Muchas personas hicieron agradable mi estancia en el softbol y en el Club 10, como se conoce a la academia de deportes. Ese municipio me apoyó mucho y el personal de la escuela, también.

«Estoy eternamente agradecida con el profe Indalecio y con mis compañeras del Granma que me acogieron como una familia. Eso jamás lo olvidaré. Granma siempre será mi segunda casa y Manzanillo, la tierra extrañada», teclea, conmovida, Flor Castillo.

Ahora somos más cercanos, ahora hemos intercambiado saludos y detalles del día a día. Estos trazos son para confirmar que, a más de treinta años de verla por primera vez, continúa intacta la admiración y el respeto por esta legendaria atleta, la Flor en el diamante del softbol femenino de Cuba.

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