El ruido en Manzanillo

Calle Martí, Manzanillo // Foto: Claudia Sánchez
Calle Martí, Manzanillo // Foto: Claudia Sánchez

El ruido en Manzanillo no es un fenómeno ocasional; es un colonizador invisible que se ha adueñado de las calles, los negocios y hasta los hogares. El simple hecho de caminar por la calle Martí o por alguna avenida principal, se ha convertido en una experiencia auditiva un poco agresiva.

En tiendas particulares se pueden ver bocinas a todo volumen compitiendo por llamar la atención, creando un caos de melodías superpuestas y bajos que retumban, práctica que algunos comerciantes utilizan como estrategia de marketing, y no es más que contaminación sonora disfrazada de dinamismo.

Pero el problema no se limita al sector comercial, lo mismo sucede con motorinas, carros y hasta bicicletas equipadas con altavoces, donde la prioridad no es la seguridad vial, sino imponer una playlist personal a decibeles que desafían lo tolerable.

Entonces sería prudente reflexionar; ¿cómo puede un conductor reaccionar a tiempo ante un frenazo o una sirena si su propio vehículo es una caja de resonancia?

Lo más preocupante es que muchas de estas canciones, cargadas de letras explícitas y mensajes vulgares, se filtran en el espacio público, exponiendo a niños y adolescentes a contenidos que, en otro contexto, serían considerados inapropiados.

La realidad, es que el exceso de ruido no es una molestia pasajera, es un problema de salud pública. Estudios médicos lo vinculan con estrés crónico, trastornos del sueño, pérdida auditiva prematura e incluso enfermedades cardiovasculares.

Por ejemplo, en los niños la exposición constante a ambientes ruidosos afecta el desarrollo cognitivo y la capacidad de concentración, perjudicando su rendimiento escolar.

Sin embargo en nuestra ciudad, el ruido sigue siendo tratado como un mal inevitable, un «precio» de la vida urbana, a la cual los manzanilleros se han adaptado: cerrando ventanas, subiendo el volumen de sus televisores o simplemente viéndolo como algo normal.

Hoy, mientras se conmemora el Día Internacional de concienciación del ruido, se hace necesario realizar campañas que eduquen sobre las consecuencias de la exposición constante a este fenómeno, y tal vez aplicar multas ejemplarizantes para quienes alteran la paz pública, porque una ciudad que no protege el derecho al silencio, es una ciudad que, en el fondo, ha dejado de escucharse a sí misma.

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