En Manzanillo continuó la Batalla de Ideas tras el regreso de Elian

Foto: Liborio Noval. Periódico  Granma
Foto: Liborio Noval. Periódico Granma

La ciudad de Manzanillo se convirtió nuevamente en símbolo de resistencia y unidad aquella mañana del Primero de julio de 2000, cuando miles de cubanos, no solo manzanilleros, sino granmenses y orientales en general, colmaron la Plaza de la Revolución Celia Sánchez Manduley.

El motivo era trascendental, celebrar la primera Tribuna Abierta de la Revolución tras el regreso de Elián González, un niño cuyo destino conmovió a toda Cuba durante meses.

Su rescate en aguas estadounidenses y la posterior batalla legal y diplomática por su repatriación se convirtieron en una epopeya nacional que culminó con su regreso a la patria tres días antes de la multitudinaria concentración en la plaza manzanillera.

Más allá del drama humano de un niño arrancado del mar y devuelto a los brazos de su padre, el caso Elián representó una victoria política y moral para Cuba. La imagen de Juan Miguel González bajando del avión con su hijo en brazos quedó grabada en la memoria colectiva como un triunfo de la soberanía y la dignidad nacional.

Fue una demostración de que, frente a las presiones externas, Cuba era capaz de defender sus principios y, sobre todo, el derecho de una familia a permanecer unida. Este episodio reforzó el sentimiento patriótico y la convicción de que la Revolución no claudica ante las adversidades.

El júbilo que estalló en toda la Isla aquel día, y que tuvo su expresión masiva en Manzanillo, fue una de las mayores muestras de cohesión popular en la historia revolucionaria.

La Tribuna Abierta no fue solo un acto de celebración, sino un reafirmación del proyecto social cubano frente a las agresiones externas.

Fidel Castro, con su visión estratégica, supo canalizar esa energía colectiva para impulsar la Batalla de Ideas, un programa que buscaba profundizar en la conciencia política y cultural de la nación. Sus palabras que fueron leídas en la plaza manzanillera fueron claras: la lucha no terminaba con el regreso de Elián, sino que entraba en una nueva etapa.

El legado de aquel día perdura como recordatorio de que, para Cuba, la unidad no es una consigna vacía, sino una práctica concreta frente a las amenazas.

La imagen de Elián en brazos de su padre sigue siendo un símbolo de lo que significa no rendirse, y Manzanillo, una vez más, se erigió como escenario de la firmeza revolucionaria.

Como dijo Fidel, no hubo tiempo para saborear la victoria, porque la lucha continúa, pero aquel Primero de julio quedó grabado en la historia como un día en que todo un pueblo dijo presente.

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