Descalzo por la historia, crónica desde la memoria

Foto: tomada de Internet
Foto: tomada de Internet

Manzanillo. Agosto 13.- En el silencio de la Sierra, donde la historia nace, caminó un hombre que nunca usó botas, Hipólito Torres Guerra, nacido el 13 de agosto de 1929 en Los Machitos, Campechuela, fue llamado por Ernesto Guevara como el Capitán Descalzo, no por falta de calzado, sino por exceso de convicción.

Hipólito Torres Guerra, el Capitán Descalzo // Foto tomada de internet

Desde niña, escuchaba su nombre como quien escucha una leyenda viva; lo veía caminar por el barrio, hablar con mis padres, con mis tíos, los vecinos que lo saludaban con respeto y afecto; sus hijas, Leopoldina, Benita, Nieve y Lecrecia; su hijo Hipólito; su esposa Juanita, visitaban nuestra casa, y nosotros la suya, no era un personaje lejano, era parte de nuestro entorno, de nuestra memoria cotidiana.

Polo Torres, como se le conocía en el barrio, no solo fue combatiente del Ejército Rebelde, fue guía, constructor, sembrador, maestro sin aula.

En 1955, fundó su finca La Mesa en lo más profundo de la Sierra Maestra, allí vivió en una cueva, comía sobre una piedra que usaba como mesa, y fue anfitrión de la Columna 4; participó en la construcción del hospital, la panadería, la escuela. Su vínculo con el Che fue de respeto mutuo, de entrega compartida.

“Las botas me alejan del dolor de mi gente”, dijo alguna vez. Y así, descalzo, subió más de 200 veces, guiando jóvenes en el proyecto Por los caminos del Che, narrando cada rincón como si fuera un capítulo vivo de la Revolución.

San Antonio, tierra de siembra y enseñanza

Tras el triunfo, pidió tierra para trabajar, se le otorgó una finca en San Antonio, Palmas Altas, comunidad rural de este territorio Golfeño, donde vivió hasta sus últimos días.

Hipólito Torres Guerra, el Capitán Descalzo // Foto: tomada de internet

Allí fue apicultor, agricultor, delegado del Poder Popular entre 1967 y 1970, y maestro informal de generaciones; en su finca tenía un rincón histórico y un aula improvisada donde compartía vivencias con pioneros y estudiantes.

Como gesto de amor y humildad, donó parte de sus tierras para la construcción en ese barrio de la escuela primaria, en la que la mayoría de sus pobladores han cursado sus primeros estudios.

“Debo morir frente a estas lomas gloriosas”, confesó en una entrevista; y aunque por motivos de enfermedad tuvo que permanecer un tiempo en la capital cubana, el 2 de octubre de 2021 cuando lo sorprendió la muerte, a los 92 años, fue la Sierra como testigo y la tierra como lecho.

Legado sin mármol

Recibió múltiples medallas, Combatiente del Ejército Rebelde, 40 y 50 años de Victoria FAR, 20 años PNR, XX aniversario UJC, dos medallas 28 de Septiembre; pero su mayor condecoración fue el cariño del pueblo.

Subió más de 200 veces al Pico Turquino; le gustaba contar sus remembranzas a los más jóvenes // Foto: tomada de internet

En 2025, el Encuentro de Arrieros y Fabulaciones Serranas fue dedicado a su memoria, como símbolo de resistencia, humildad y coherencia.

Hipólito Torres no fue un héroe de mármol. Fue un hombre de carne, tierra y fe. Su historia no se cuenta solo en libros, sino en los caminos que aún recuerdan sus pasos, en las casas donde su familia compartió pan y palabra, en los ojos de quienes lo vieron pasar y supieron que caminaba con la historia.

Compartir en:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *