
Manzanillo. Septiembre 11. – Las calles de esta ciudad guardan la memoria del hombre que transformó la guitarra en un arma de crónica social, Carlos Puebla, el trovador manzanillero que supo capturar en versos y melodías el alma de una nación en Revolución.
El recorrido profesional de Puebla comenzó precisamente aquí, en la calurosa intimidad de la radio local. En 1931, el joven Carlos inició su camino en la emisora CMKM de Manzanillo, donde pulió su arte entre sones y boleros. Este fue el humilde semillero donde germinó un talento que luego cruzaría fronteras. Su traslado a Matanzas para integrar un trío con Eugenio Domínguez y Francisco Baluja marcó el primer paso de un viaje que lo llevaría desde la Corte Suprema del Arte en La Habana hasta los escenarios internacionales más prestigiosos.
La verdadera consagración llegó en 1952 con la fundación de «Carlos Puebla y sus Tradicionales». Durante una década, el grupo se convirtió en el alma musical de La Bodeguita del Medio habanera, donde su música se mezcló con el ron y las conversaciones de intelectuales, artistas y revolucionarios. En esas mesas, entre el humo del tabaco se forjó la leyenda del cantor que convertiría la trova en testimonio histórico.
Pero Puebla trascendió las fronteras locales para convertirse en embajador musical de la Revolución, donde quiera que iba, llevaba el mensaje de Cuba a través de canciones que se convirtieron en himnos de lucha y esperanza.
Hoy, 11 de septiembre, mientras Manzanillo recuerda a su hijo predilecto, su legado perdura en cada acorde que sigue sonando en voces nuevas. Carlos Puebla demostró que la más poderosa crónica puede escribirse con tres minutos de canción y una guitarra bien afinada.