Chapeando Bajito: Aurora, la niña uruguaya que también sufre los efectos del bloqueo (+Podcast)

El habitual espacio radial Chapeando Bajito, que se transmite en Cadena Nacional, propuso hablar de Aurora Sosa, la niña uruguaya que vino a atenderse al CIREN y la castigaron con el bloqueo. Desde la nación sudamericana ofrece detalles el periodista Mateo Grille, corresponsal de Telesur en Uruguay, quien contó cómo fue el proceso para llegar a nuestro país.

La conductora y periodista Arleen Rodríguez Derivet comenta que la madre de Aurora decidió dar algo a Cuba por su respuesta a la enfermedad de su hija y trajo un donativo de jeringuillas en su viaje.

Por su parte la periodista Bárbara Betancourt destacó que todo fue a raíz de que el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, publicó un twit acerca de la niña.

“El carácter criminal del bloqueo o lo que llaman riesgo país. La localización es la causa de que bloqueen su tarjeta. ¿Cómo se llama eso?”, reflexiona Betancourt.

En otro momento del programa el analista Reinier Duardo comenta acerca del mensaje del actor Danny Glover al presidente Biden. 

Arleen acota “hay muchas voces reaccionando y muchos reaccionarios atacando”.  Y pone el ejemplo de la guerra contra el profesor Carlos Lazo, una muestra de macartismo puro y duro.

“En la jornada anterior le echaron carros encima a los caminantes y los están asediando brutalmente”.

Por último, Reinier Duardo acota que en las últimas horas hay algunas señales de que podrían revertirse algunas de las 243 medidas de Donald Trump. Sin hacernos ilusiones, hay que esperar pronunciamientos más oficiales. 

Chapeando Bajito: Aurora, la niña uruguaya que también sufre los efectos del bloqueo (+Podcast)

 *Mensaje del actor Danny Glover al presidente de Estados Unidos Joe Biden

Imagine un país que desarrolla y produce sus propias vacunas contra el Covid-19, suficientes para cubrir a toda su población, pero que no puede inocular a todo el mundo debido a la escasez de jeringas.

Esta situación absurda es real y Cuba pronto la enfrentará. Cuba ya ha vacunado a 1 millón de sus 11 millones de habitantes, y espera tener el 70 % de la población vacunada para agosto.

Sin embargo, debido al embargo estadounidense de 60 años, que castiga a los civiles durante una pandemia, el país enfrenta una escasez de jeringas. Tiene poco sentido que un país tan avanzado en biotecnología y productos farmacéuticos tenga problemas para obtener jeringas.

Esta realidad es consecuencia de lo que equivale a una guerra económica estadounidense, que hace que sea extremadamente difícil para Cuba adquirir medicinas, equipos e insumos de vendedores o empresas de transporte que hacen negocios en o con Estados Unidos.

Las jeringas escasean a nivel internacional, por lo que ninguna empresa quiere quedar atascado navegando por las complicadas demandas bancarias y de licencias que el gobierno de Estados Unidos impone a las transacciones con Cuba.

La ironía es que los logros de Cuba en salud son un modelo y un beneficio demostrable para todo el mundo, uno que Estados Unidos debería estar apoyando.

Este es un país que está desarrollando su economía a través de la salud y la educación, un proyecto que comenzó hace 60 años con campañas rurales de alfabetización y salud.

El sistema de salud pública de Cuba le ha permitido superar a gran parte del mundo en términos de esperanza de vida, mortalidad infantil y, más recientemente, estadísticas de pandemias per cápita.

Al comienzo de la pandemia, la industria biotecnológica de vanguardia de Cuba cambió rápidamente para producir tratamientos y desarrollar vacunas contra la Covid-19. Al mismo tiempo, médicos, enfermeras y otros profesionales de la salud cubanos fueron desplegados en más de 40 países para combatir la pandemia en primera línea, ayudando a las poblaciones pobres y desatendidas del mundo a sobrellevar lo peor de la crisis.

Para Cuba, la salud no es sólo un derecho de su propio pueblo; es un derecho a ser defendido y compartido con todos los pueblos.

Cuando las administraciones de Barack Obama y Raúl Castro trazaron un nuevo rumbo hacia las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, había esperanzas de que el fin del embargo estuviera en el horizonte.

El presidente Obama comprometió al gobierno cubano a establecer relaciones diplomáticas plenas, alivió las restricciones a los viajes y las remesas, eliminó a Cuba de la lista de patrocinadores estatales del terrorismo y amplió las exportaciones estadounidenses a la nación.

Todo este progreso fue deshecho por el gobierno de Trump, que endureció las sanciones a Cuba en medio de la pandemia. Además de eso, presionó a los aliados estadounidenses en América Latina, en particular Brasil y Bolivia, para que expulsaran a los médicos cubanos. No cabe duda de que estas decisiones cuestan vidas.

En el primer día de la nueva administración, el presidente Biden emitió una directiva de seguridad nacional que pide una revisión del impacto de las sanciones en la respuesta a la pandemia, con miras a ofrecer alivio. La esperanza de una política sensata de Estados Unidos hacia Cuba se envaneció una vez más.

Ahora, casi medio año después de la administración Biden, las políticas de «máxima presión» de la era Trump siguen vigentes. La Casa Blanca ha dejado en claro que mejorar las relaciones cuba-estadounidenses —y con ellos, la vida cotidiana del pueblo cubano— no es una prioridad.

La esperanza se está convirtiendo rápidamente en indignación entre los ciudadanos estadounidenses y cubanos por igual que creyeron en las promesas de Biden de revertir la política de amenazas, interferencia en los asuntos internos cubanos y obstrucción del acceso a las necesidades humanas básicas de la administración Trump.

El gobierno de Biden enfrenta una creciente presión del Congreso para tomar medidas decisivas y ponernos en un camino hacia la paz y las relaciones amistosas con Cuba.

En marzo, 80 congresales estadounidenses enviaron una carta al presidente, instándolo a revertir las políticas de la administración Trump.

Más de 100 organizaciones, desde la Organización Americana de Salud Pública hasta Amnistía Internacional, hicieron una petición similar a Biden.

A nivel de base, los activistas han organizado caravanas mensuales de automóviles en más de una docena de ciudades para exigir el fin del embargo. Organizaciones de la sociedad civil y movimientos sociales han recaudado más de 400.000 dólares para enviar jeringas a Cuba.

Si queremos que los derechos humanos sean un pilar central de la política estadounidense, como declaró recientemente un portavoz de la Casa Blanca, entonces el embargo debe terminar. Es una política que ataca y daña indiscriminadamente a los civiles. Es una violación sistemática de los derechos humanos a gran escala.

Los elocuentes discursos del Secretario de Estado Antony Blinken sobre un orden internacional basado en reglas suenan falsos cuando se trata de la política estadounidense hacia Cuba.

Según el derecho internacional, el embargo estadounidense a Cuba es ilegal. Desde 1991, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha celebrado una votación anual para aprobar una resolución que pide el fin del embargo.

Cada año, Estados Unidos se encuentra aislado, ya que casi todos los países del mundo votan a favor de esta resolución. Este año no fue diferente: la votación del 23 de junio mostró a 184 naciones en contra del embargo, con solo Estados Unidos e Israel a favor.

Si realmente quiere mostrar liderazgo global, Biden debería revertir una política que aísla a Estados Unidos, no solo a Cuba. En lugar de seguir el camino beligerante de Trump, debería volver a los esfuerzos pioneros de Obama hacia la normalización.

Debería aplaudir y facilitar la promesa de Cuba de producir 100 millones de dosis de sus vacunas, que compartirá con el mundo. A medida que la pandemia continúa asolando el Sur Global, el mundo necesita la cooperación de Estados Unidos con Cuba, no la confrontación.