
Con una capacidad de 550 camas, este centro recibe diariamente de 400 a 1200 pacientes provenientes de las diferentes provincias del país incluidas aquellas que aún están ocupadas por los terroristas como Idleb y Raqqa.
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Ubicado en la ciudad de Harasta en las afueras de Damasco, el hospital estuvo durante siete años cercado por los grupos terroristas que llegaron a tan solo 50 metros de sus muros en 2015; sin embargo, el hospital no ha cerrado sus puertas ni ha dejado en ningún momento de ofrecer sus servicios.
El director del hospital, Ehab Al-Noukari, quien lleva cinco años en este cargo y más de 20 trabajando en la institución, reveló a Prensa Latina, que nueve trabajadores perdieron la vida y otros 64 fueron lesionados, entre médicos, enfermos y técnicos, a consecuencia de los frecuentes ataques terroristas desde el 2013 hasta la liberación de Ghouta Oriental en el verano del 2018.
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Al-Noukari muestra las huellas en su oficina de las balas disparadas por los francotiradores terroristas y explica que los ataques con cohetes contra el hospital causaron severos daños materiales, todos reparados en menos de un año.
‘Eliminada ya la amenaza del terrorismo gracias al ejército sirio, queda el bloqueo y las sanciones de Occidente que tienen negativo impacto en cuando a los medicamentos que apenas cubrían el 30 por ciento de las necesidades en 2015’, dijo el director del hospital.
Agregó que, gracias a la cooperación con países amigos y aliados como Rusia, Irán, India y Cuba, actualmente se cubren el 80 por ciento de las necesidades de medicamentos.
En este sentido, aclaró que desde el año 2011, las sanciones impiden que el hospital adquiera nuevos y modernos equipos de quimioterapia como los aparatos de acelerador lineal.