Celia, la mujer, la guerrillera, la cubana de siempre

Celia Sánchez

La familia Sánchez Manduley recibía en 1920 a un nuevo integrante en el poblado costero de Media Luna, en la  actual provincia de Granma, la  pequeña, Celia Esther de los Desamparados.

La niña poco a poco fue creciendo y desarrollando su inteligencia, dulzura y sensibilidad  aparejada a las travesuras propias de la edad pero siempre sobresalió su inmenso deseo de auxiliar a los  más necesitados, siempre sobresalió por ser muy caritativa y bondadosa.

Muchos aseguran que las influencias de los padres, el doctor Manuel Sánchez Silveira, de ideas liberales y la madre, Acacia Manduley Alsina, siempre alegre y cordial, fueron orígenes de buenos modales y sentimientos dotados de hermosura en su formación, eslabón esencial para que desarrollara este deseo de dar y compartir con amor hacia los demás

En su juventud destacó por su incomparable hermosura pero nunca dejo de ser gentil y servicial, además de una  apasionada al  béisbol seguidora de los equipos de la zona.

Ganó lucidez política con el transcurso de los años adquiriendo fuertes influencias del quehacer revolucionario de Antonio Guiteras y luego de Eduardo Chivás.

En 1940 de traslada hasta Pilón donde  conocía  las características del lugar  con los ojos cerrados y fue ahí donde se convirtió en la coordinadora del Movimiento 26 de Julio en la costa granmense, desde antes del desembarco de los expedicionarios, al mando de  Fidel Castro.

Luego de  su incorporación a la guerrilla en la Sierra Maestra, muchos fueron los que pensaron que no soportaría  las contrariedades de la vida en las  difíciles situaciones  y al eminente peligro de ser alcanzada por un proyectil  enemigo, o que su presencia estorbaría en el traslado y maniobras del Ejército Rebelde.

Nunca fue impedimento para esta valerosa fémina el frío, fatiga, lluvia, hambre y, a veces, fango; aquella mujer aparentemente  frágil; resistió con rectitud todo tipo de  esfuerzo o sacrificio y simbolizó la ternura y belleza de la mujer cubana, heredera de tantas que en luchas anteriores dieron su ejemplo en la manigua.

Sus disimiles nombre en la clandestinidad, Norma, Carmen, Liliana, o Caridad siempre demostraron la integridad de aquella niña inquieta, la joven hermosa, la mujer incansable que en numerosas ocasiones toleró el riesgo de la muerte; la eterna guerrillera en la Sierra y el llano,  ocupó importantes cargos después del triunfo de la Revolución y dejo de existir físicamente en enero de 1980.

Aun hoy sentimos su presencia y su legado en cada cubano y cubana que presta su ayuda desinteresada en cualquier  paraje del mundo, la solidaridad fue su palabra de orden, y así lo siente todo el pueblo de Cub