Devolverle a La Habana su ritmo habitual

En la escuela primaria Pedro Domingo Murillo, al momento de la visita de Granma, se realizaban juegos y alistaban aulas. Foto: Rodríguez Guerrero, Lissy

La capital sigue deshaciéndose de las secuelas de Irma. Recorrerla, en estos días, es conocer del arrojo de las personas, la solidaridad, la labor incesante, que permitirán ir devolviéndole su ritmo habitual. Educación, abasto de agua y alimentación son solo algunas muestras palpables de cuánto se trabaja.

ACERCAR LOS SUMINISTROS

A Gregorio Aguilar lo encontré en una cola reducida de personas al frente de uno de los kioskos que se han habilitado por toda la calle Calzada para venderle comida elaborada a la población.

Ayer también vine, me dijo, y la comida está buena.

Pidió seis raciones porque en su casa, que hasta hace muy poco estuvo anegada, lo esperaban su esposa y su hija.
¿Y tú te evacuaste?  Me dice que no con la cabeza. «Subí las cosas y ya, porque no pensé que el mar llegara a tanto. Pero el agua ya se fue y nos vamos enderezando. Y te digo que para todos los que estamos en esta zona, es buena la idea de poner cerca los puntos de venta de comida.

«Con el abasto de agua no ha sido igual. Han mandado pipas, pero no cubren la demanda y además, las ponen en lugares distantes y uno no se entera. Algunos cogen y otros no. Pero con la comida –me insiste– las cosas marchan».

Desde la calle 12 hasta K, aproximadamente, Calzada se distingue por las «carpitas» ubicadas a ambos lados de la calle, a pocas cuadras unas de otras, y por los grupos de personas a su alrededor. Grupos pequeños en su mayoría, que se encogen o dilatan  en dependencia de la hora y los surtidos.

Los kioskos pertenecen a distintos mercados de variedades de la capital y a la unidad básica de Gastronomía de Plaza de la Revolución. Eso es en ese municipio. Pero también en Centro Habana, por la calle San Lázaro, están dispuestos los «timbiriches» improvisados de otras entidades.

En su mayoría, venden lo mismo: arroz salteado, caldosa, pollo asado o frito, panes, dulces, galletas, refrescos…
«Abrimos a las seis de la mañana y cerramos cuando se esconde el sol, porque sin corriente no podemos seguir vendiendo», confirmó Eduardo Márquez López, segundo administrador del mercado de variedades El Viso, a quien pertenece uno de los kioskos de Calzada. Y en ese horario fueron coincidiendo casi todos los responsables de la comercialización con quienes Granma conversó.

Comenzamos a vender ayer y estaremos haciéndolo hasta que vuelvan a la normalidad las zonas de inundaciones, precisó Yodalis Beitía Carret, segunda administradora de Variedades Galiano. «A veces se nos agota algún surtido, pero rápido volvemos a abastecernos. La caldosa y el arroz salteado es lo que más se vende».

Y es, en efecto, lo que más se vende, según la opinión de la gente que se acercaba de a poco e iba armando las colas. «La oferta es barata», «la calidad cambia de un kiosko a otro, pero es buena de forma general», y volvían a repetirse los criterios.

En uno de los kioskos de la Unidad Básica de Gastronomía de Plaza hasta habían habilitado en la acera una «fogata» para calentar la caldosa. «Ahora estamos asando el pollo, por eso la colita, porque se demora un poco, y la demanda es muy alta», nos explicó Patricia Serrano, responsable de este punto, mientras se separaba un poco del humo molesto que desprende la carne, sobre todo a la vuelta de un día entero.

Pero en los kioskos solo acontece una parte. Porque tenerlos abastecidos y garantizar que los productos de mayor demanda no falten o por lo menos, se repongan en poco tiempo, recae en quienes se quedan en las unidades, convertidas, por estos días, en ininterrumpidos centros de elaboración.

Variedades El Viso, por ejemplo, es uno de esos centros que no ha parado desde que Irma asoló a La Habana y el mar se ensañó con buena parte del litoral capitalino.

«Las ventas comenzaron el lunes y el domingo trabajamos toda la noche, sin corriente, con velitas, una lámpara recargable y las linternas de los celulares que aún tenían algo de batería», contó Misleidys Gutiérrez Urra, una de las cocineras.

«Tenemos dos turnos de trabajo de 24 horas. A este grupo le tocó laborar el domingo y hoy tampoco ha sido diferente porque tenemos poca agua, no ha llegado la corriente y el gas es inestable, pero la venta no puede pararse, pues hay un montón de gente esperando para comprar la comida que estamos haciendo aquí».

«Somos dos cocineros en la unidad, y pon, por favor, el nombre de mi compañero. Se llama Ernesto Vázquez. También hay dos ayudantes de cocina y con ellos asumimos la elaboración. Pero esto es otra cosa. Ahora nos están ayudando hasta las dependientas de la cafetería».

Los kioskos para la venta de comida elaborada están dispuestos por buena parte del litoral capitalino. Foto: Juvenal Balán

Jorge González Sánchez, el almacenero, me enseñó confiado los sacos de viandas para la caldosa, el arroz y todos los insumos para mantener el kiosko vendiendo. «El problema está, quizá, en cómo mantener algunos productos que ya van perdiendo la congelación».

Cuando llegamos a El Viso, eran las seis de la tarde y acababan de montar los calderos, por quinta vez en el día. Desde el domingo han elaborado alrededor de 1 500 raciones de arroz salteado, por solo mencionar un surtido.

Según Misleidys «El Viso no se pierde una eventualidad, pero esta ha sido de las más difíciles, sobre todo por las condiciones en que estamos trabajando. Y tenemos que seguir hasta que haga falta».

SALVAR LA ESPERANZA

Cuando uno cree que ha visto todo lo que dejó Irma tras su paso por Cuba –léase árboles, edificaciones, terrenos y rostros quebrados por su furia–, conoce a Adolfo, un pequeño de cuatro años que te mira con inocencia y te dice: «Yo vivo en una casa roja que está arriba de la loma. El ciclón dejó las cosas tiradas por ahí, pero en la casa todos están bien».

Adolfo estuvo toda la mañana de este martes jugando con sus amiguitos. A su corta edad, no necesita saber más de ese huracán que dejó desperdigado tantos árboles en los alrededores de su Círculo Infantil (CI), y que, según escucha a los mayores, no ha hecho más que doler en las fibras de su país.

De eso se encargan las educadoras y auxiliares del CI William Soler, de La Lisa, una de las instituciones que abrió ayer sus puertas en la capital cubana, tal como indicó que se hiciera el Consejo de Defensa Provincial, en aquellos centros donde no existían grandes afectaciones.

De los 101 niños del William, solo asistieron 48. Y durante el transcurso de (al menos) ocho horas, esos niños no escucharon hablar de rachas de vientos, altura de las olas e inundaciones. Cuarenta y ocho pequeños jugaron, cantaron, respondieron adivinanzas e intentaron trabalenguas. Los que no pudieron asistir, afirma la directora de la institución, Ada Díaz Savinne, «es porque aún en su casa no tienen agua, corriente, y no han podido llegar hasta aquí».

De esas cosas que la furia de Irma no pudo «dejar tiradas por ahí», está la solidaridad y el empuje de la familia cubana, esa que volcó a las instituciones todo el apoyo necesario para iniciar el curso en la capital. La abuela Iraida Frontera, fue una de las que, cuando terminaron los azotes del huracán, fue hasta el círculo de su nieta, «el centro más importante de la comunidad, a iniciar las labores de recuperación».

A Alina Verde, directora de la escuela primaria Pedro Domingo Murillo, en Ciudad Escolar Libertad, los ojos se le nublaron este lunes cuando regresó a la escuela. «Cuando yo vi la cantidad de gajos, las hojas, le dije a la jefa de ciclo, “Maite, tenemos que empezar a llamar a los padres porque no vamos a poder”. Mira, a las 11 de la mañana esta escuela tenía el frente y el patio interior limpio».

La Empresa Aguas de La Habana trabaja en el restablecimiento de los servicios en las zonas afectadas de la capital. Foto: Ismael Batista

«Donde yo vivo hubo fuertes vientos, que se llevaron hasta la mata de aguacate de mi casa. Me asusté mucho con los ruidos de las tejas. Tenía muchos deseos de volver a la escuela, sobre todo para saber de mis compañeros», cuenta Lia Díaz Marrero, estudiante de séptimo grado de la secundaria básica Conrado Duani, del municipio de Marianao.

Como la suya, muchas son las historias que se escucharán en estos días sobre el huracán. Amalia Castañeda Álvarez, quien cursa el quinto grado en la Pedro Domingo Murillo, todavía tiene el susto en la mirada: «En mi barrio tumbó muchas matas, con raíces y todo, se cayeron cercas, se inundó… No me gustaría vivir de nuevo esa experiencia, me dio un poco de miedo», admitió.

No obstante, en una y otra escuela, Lia y Amalia se permiten olvidar. Desde muy temprano en la escuela de la segunda, con una matrícula de 587 estudiantes, más de 120 niños realizaban actividades extracurriculares, ayudaban a limpiar y a acomodar las aulas.

«Después del almuerzo los más chiquitos duermen, los otros, como no hay corriente, no van a estar en el aula. Hay un niño que trajo un juego de dominó, tenemos ajedrez», explicó su directora.

«Muchos padres comenzaron a llamar hoy, y pidieron disculpas por no venir. Pero lo importante es que se sabe que las escuelas están abiertas, que los maestros y trabajadores estamos en la escuela. Hasta las 6 y 30 p.m. de la tarde, igual que siempre. El almuerzo lo tienen garantizado. Hoy hubo arroz, frijoles negros, mortadela en salsa, vianda, todo con buen olor y elaboración».

En la secundaria básica Conrado Duani la merienda escolar tampoco fue un asunto que preocupara a los padres. Como afirmó a Granma el día anterior Idalmis Martínez, directora general de la Unión de Empresas de Comercio y Gastronomía de La Habana, la alimentación está garantizada en todos los niveles de enseñanza.

Los más de 80 estudiantes que asistieron a las aulas de esa institución recibieron una consolidación de los contenidos, allí donde tampoco Irma pudo llevarse la base material de estudio, los televisores y computadoras, gracias al cumplimiento de las acciones realizadas en cada fase, aunque sí terminó por derribar el techo del teatro, que ya estaba en desuso por el deterioro de los años.

A propósito, en palabras a Granma de la ministra de Educación este martes, Ena Elsa Velázquez Cobiella, hubo un reconocimiento al trabajo intenso realizado en cada provincia para dejar a buen resguardo los recursos de las escuelas.

Aunque, como se informó, más de 1 000 instituciones se encuentran dañadas, «no se ha reportado ninguna afectación a computadoras, televisores, videos y el mobiliario», expresó.

La educación pone a salvo a los hombres y siembra las esperanzas. Para miles de niños y sus familias eso fue ayer más que una simple frase. Lo dice la profesora Alina Verde, quien vio más de un rostro de familia sonreír al contarle la travesura de su pequeño, o lo nuevo que aprendió: «Ha sido muy acertada la decisión de empezar la escuela, porque mientras el barrio se recupera, el niño está aquí, y aliviamos a la familia».

El pequeño Adolfo volvió en la tarde a la casa roja que está arriba de la loma. El ciclón no dejó tirado lo más importante.

RESTABLECE EMPRESA AGUAS DE LA HABANA LOS SERVICIOS EN LAS ZONAS AFECTADAS

La Empresa Aguas de La Habana trabaja en el restablecimiento de los servicios en las zonas afectadas de la capital, tras el paso del huracán Irma. A través de pipas se abastece a la población de agua potable para uso humano.

Según la jefa de territorio de La Habana Vieja de Aguas de La Habana, Delia Avilés Mesa, en declaraciones a nuestro diario, «le estamos dando prioridad a la zona de Malecón hasta Colón, que fue donde precisamente penetró el mar, limpiando, clorando y llenando todas las cisternas de las escuelas y los edificios».

Las zonas más afectadas son Peña Pobre, Aguiar, Cuba, Refugio, Habana, San Lázaro e Infanta. El municipio de La Habana Vieja se está suministrando con cinco pipas de la Empresa Aguas de La Habana y tres de la Oficina del Historiador, aunque en muchos casos no resulta suficiente el suministro de agua.

«Debemos terminar de limpiar las cisternas en la tarde de hoy y el día de mañana. A medida que se vaya restableciendo el fluido eléctrico en otros territorios que dan servicio al municipio de La Habana Vieja y Centro Habana, se irá restableciendo todo el sistema de abastecimiento de agua a la población», agregó Avilés Mesa.

La especialista añadió, además, que están prestando servicios no solo a las personas damnificadas con el fenómeno climatológico, sino a otros territorios que mantienen un plan permanente de abasto de agua. «Donde no podemos llegar hoy a suministrar las cisternas, le damos el agua a las personas para que la carguen y tengan una provisión hasta que se le restablezca el servicio».