
En el Día Internacional de las Lenguas de Señas, Cuba enfrenta una paradoja: mientras reivindica la Lengua de Señas Cubana (LSC) como patrimonio lingüístico y pilar de inclusión, el bloqueo estadounidense limita su desarrollo y democratización.
Esta política no solo restringe el acceso a recursos tecnológicos esenciales para la divulgación y enseñanza de la LSC, sino que también obstaculiza el intercambio académico y la formación especializada de intérpretes, afectando directamente los derechos lingüísticos de la comunidad sorda.
La falta de acceso a plataformas digitales, software educativo y equipos audiovisuales —muchos de origen estadounidense— dificulta la producción de materiales pedagógicos y la creación de contenidos accesibles en LSC.
Además, el bloqueo financiero impide la participación de especialistas cubanos en eventos internacionales sobre lenguas de señas, limitando oportunidades de colaboración y actualización metodológica que enriquecerían la práctica y enseñanza de la LSC.
Estas barreras afectan con mayor crudeza a niños y jóvenes sordos, cuyo proceso de adquisición de la LSC como primera lengua se ve comprometido por la escasez de recursos didácticos modernos y la desconexión de avances globales en lingüística de señas.
Asimismo, debilita los esfuerzos por garantizar intérpretes certificados en espacios públicos, servicios de salud y medios de comunicación, perpetuando exclusiones que contradicen el espíritu de esta conmemoración.
En una fecha que celebra la diversidad lingüística y la identidad sorda, resulta urgente denunciar cómo el bloqueo interfiere en la protección y promoción de la LSC. La plena realización de los derechos lingüísticos de la comunidad sorda cubana exigirá, inevitablemente, el fin de una política que silencia desde el ámbito geopolítico las voces que hoy conmemoramos.