Doctor Espinosa, un servidor de su pueblo

Foto: Lilian Salvat
Foto: Lilian Salvat

Manzanillo. Diciembre 3.- Hablar de la medicina en esta ciudad del Golfo, es evocar nombres que se han convertido en símbolos de entrega y vocación; entre ellos destaca la figura de un médico que ha dejado huella imborrable en generaciones de pacientes y colegas. Con más de cincuenta años de ejercicio profesional, su nombre evoca respeto y gratitud, no solo por la peculiar manera en que atiende a quienes buscan alivio, sino por la profundidad de su entrega.

Especialista en Gastroenterología, Máster en Medios Diagnóstico y profesor auxiliar de Medicina Interna, ha sabido conjugar ciencia y humanidad, formando discípulos y ofreciendo esperanza. Su testimonio es más que una narración, es la memoria viva de la medicina manzanillera y el reflejo de una vida consagrada al servicio.

«Soy Luis Salvador Espinosa Viltres, nacido y educado en la ciudad de Manzanillo. Educación que recibí a punto de partida de mi familia, que me educó con humildad, con sinceridad, siempre con la verdad en la mano, con principios religiosos muy fuertes.

Me motivó la medicina desde pequeño, el hecho de que yo quería servir a los demás, era un sentimiento muy especial, de manera tal que, como explicaba, había sido motivado por mi familia y por la presencia religiosa a través de mi colegio católico y quería servir a los demás, con el tiempo aprendí que realmente la mejor forma de servir a los demás era imitando a Cristo.

Y una de las formas de imitar a Cristo era siendo médico. Hay unos consejos de un médico de la antigüedad llamado Esculapio, que escribió entre otras cosas, me gustó mucho que él hacía referencia a los futuros estudiantes de la carrera y le decía que la carrera estaba llena de momentos muy difíciles.

Las cosas que nadie es capaz de imaginar como difíciles, como duras de hacer, como casi inverosímiles y entonces él decía al final, si entonces, pese a todas estas cosas que te he dicho, tienes un corazón grande para amar, entonces hazte médico, hijo mío y así fue como seguí los consejos de Esculapio y los he tratado de seguir hasta hoy.

Y bueno, esto a su vez me ha servido como una imitación a Cristo, digo imitación a Cristo pese a que soy una persona, como muchos, cargado de errores en la vida, no soy perfecto, solo Dios es perfecto y bueno, pues estos consejos de Esculapio, esta educación que recibí, me llevó a hacer la carrera de medicina y a seguirla hasta el día de hoy, puesto que ya estoy jubilado, pero he continuado haciendo ayuda a nuestros centros asistenciales y a muchísimas personas que me convocan, me buscan.

Y pienso que es una manera extraordinaria de sentirme feliz ayudando a los demás, ayudando a las instituciones y ayudando a las personas en este sentido.

Soy del curso que se graduó en 1974. Justamente a finales del año anterior, de este año pasado, he cumplido 50 años de graduado. Ahora, justamente, ya tengo 51 años de graduado.

De aquellos compañeros míos, un curso extraordinario, un curso que me llena de orgullo. Se pueden escribir anécdotas, como para hacer muchos anecdotarios, porque no es solo mi labor, sino la labor de cada uno de aquellos graduados es increíble, de lo bonito que resulta y tuvimos la oportunidad de concurrir algunos a Holguín, otros ya están dispersos por Cuba y por el resto del mundo, pero bueno, nos queremos como hermanos y recordamos siempre todas aquellas cosas tan bellas que hicimos durante la carrera.

Pues sí, soy graduado del año 74 y justamente me he desarrollado en tres grandes esferas, primero, en radiología; comencé en radiología luego, por diversas razones, incluyendo el hecho de que me gustaba mucho todo los relacionado con medicina interna por su amplitud, porque abarca mucho de la esfera humana, me quise dedicar a medicina interna y dentro de ella, a su vez, las ramas que más me gustaban de medicina interna son la gastroenterología y la cardiología.

Sobre todo por influencias de personas que para mí son dignas de ejemplo como el doctor González Cancino y el doctor Calafel, manzanillero, ambos profesores universitarios, con una trayectoria lindísima en la carrera y que influyeron en mí decisivamente y Calafel, por ejemplo, para mí resultó realmente un padre y entonces, bueno, pues, imbuido por todas estas cosas hice medicina interna, que es de lo más interesante porque salgo de Holguín como refuerzo a la actividad médica en la ciudad de Las Tunas y cuando llegó allí me dice el director provincial, usted viene precedido de Holguín de la fama de que le gusta la medicina interna, le dije que era cierto, pero que yo solamente era un postgraduado, o sea, lo que actualmente es un MGI y entonces me dijo, sí, pero es que nos hace falta en una sala del hospital provincial y le dije, bueno, pues yo voy a aceptar esa sala del hospital provincial.

Y tuve que aceptar hacer de clínico, en aquel entonces, el Mártires de Las Tunas, hoy en día pediátrico. Cuando aquello no existía el Guevara.

Participé en la creación del primer policlínico comunitario de la ciudad de Las Tunas, donde fui jefe de servicio en el policlínico Piti Fajardo, todo esto haciendo medicina interna.

En un tiempo en Las Tunas tuve que ir a asumir unos meses de clínico en Jobabo, porque faltó uno de los clínicos allí que se enfermó y también tuve que ir en calidad de Pediatra al poblado de Omaha, que está en la línea del ferrocarril, ahí en la provincia de Las Tunas.

Y bueno, tuve un mes de pediatra en Omaha. Terminado el servicio social, que fueron varios años ahí, pasé entonces de nuevo a Holguín a comenzar los estudios ya como tal especialista de medicina interna; de ahí pasé a La Habana, al Instituto Nacional de Gastroenterología, donde me gradué de especialista en esa rama, es decir, en gastroenterología. Soy especialista de primer grado en gastroenterología, de ahí vine a Manzanillo.

Por cosas de la vida también tuve que aceptar y pasar el ejercicio para comenzar como profesor de medicina interna en nuestra Facultad de Ciencias Médicas, hoy Universidad de Ciencias Médicas y entonces asumí la postura de ser a la vez profesor de medicina interna con salas, en salas de medicina interna y a su vez, asumir la jefatura del Servicio de Gastroenterología durante muchos años.

Eran actividades que llevaba simultáneamente. Y bueno, pues ahí me mantuve muchos años. Para mí fue un placer porque mi departamento, mi servicio, fue uno de los primeros en ser unidad modelo y teníamos una cantidad de estudios de endoscopía, de laboratorio, etcétera, que se hacían.

Era una cosa extraordinaria y bueno, me gustó mucho el trabajo. Después fui a Venezuela de misión en Barrio Adentro, estuve siete años, justamente y entonces, bueno, allí hice funciones de gastroenterología, pero también hice funciones de clínico otra vez y de clínico porque yo evaluaba en un lugar donde estaba, cerca de la frontera con Colombia, los casos que se iban a operar por oftalmología.

Una función que no es la función a la que fui asignado inicialmente, pero bueno, yo quise adoptarla también porque hacía mucho bien en ese sentido y bueno, participé, ya les digo, en la misión Milagro, conjuntamente con la misión Barrio Adentro. De ese lugar donde estuve primero, en la frontera de Colombia, pasé a la ciudad de Maracaibo.

Y en la ciudad de Maracaibo estuve en el Centro de Alta Tecnología de la ciudad de Maracaibo, único en la ciudad, el único cubano en la ciudad que tenía un alto nivel científico. Se llama de alta tecnología porque allí los especialistas que son asignados tenían que ser especialistas con algún tiempo de experiencia, entonces, bueno, recuerdo que había un laboratorista, un radiólogo, dos cardiólogos y así, y un solo gastroenterólogo, que en este caso era yo.

Así que había un número muy reducido de especialistas y los técnicos también tenían que ser licenciados y con cierto nivel de experiencia. Aquello fue para mí también de alto significado porque tuve que asumir varias funciones. De médico gastroenterólogo del estado de Zulia, en Maracaibo, me asignaron un grupo de 10 residentes de gastroenterología para que los terminara de preparar para el ejercicio de la especialidad.

Fui gastroenterólogo de ahí del Centro de Alta Tecnología y además de eso participé como miembro del Comité Académico Nacional de mi especialidad en Venezuela y examinábamos residentes por tribunales en distintos estados de la nación. Todas estas cosas fueron trabajos asignados a la misma vez, simultáneamente, cosa que me sirvió de gran experiencia, de gran estímulo, me sentí muy confortado. Obtuve magnífica evaluación en ese sentido, pero bueno, digo humildemente y simplemente solo quise cumplir con mi obligación, con mi deber de médico, de cristiano, de persona que quiere servir a los demás.

Cuando llego de La Habana, sabiendo que había hecho todo este ejercicio de medicina interna a través del tiempo, en el posgraduado, cuando estuve de residente de medicina en el Hospital Lina y Teolquín, en fin, todo esto. Y además por la carencia de profesores que había, que eran muy pocos en aquel instante, muchos de ellos provenientes inicialmente de La Habana, pues entonces me ofrecieron la oportunidad, me pidieron que formara parte del claustro para hacer el ejercicio correspondiente a medicina interna y entonces a partir de ahí fui miembro del claustro de profesores de medicina interna de la Facultad de Medicina de aquí. Recuerdo, por ejemplo, que la mayor parte del tiempo estuve con el profesor Medina Abrega como residente en esa sala, aunque estuve en otras, pero la mayor parte estuve conjuntamente con el profesor Medina Abrega.

Y bueno, sí, eso fue a raíz de que se fundara la que era en aquellos entonces Facultad de Medicina, hoy en día Universidad de Ciencias Médicas.

Me incorporé justamente unos pocos meses después de inaugurarse el hospital Celia, o sea que no desde el punto de vista de algún egoísmo, pero sí de orgullo me siento como si fuese un fundador porque vine a los pocos meses de iniciar a la labor de ese hospital.

Hay hechos que conmueven a cualquiera, ¿no? Recuerdo que en el tiempo que estuve en La Habana haciendo mi especialidad de gastroenterología, un sábado me llama el doctor Juan González Cancino en el comedor y me dice que recoja mi equipo y me vaya al Julio Trigo, que allí se va a abrir una sala para niños, y entonces bueno que yo vaya allí con la doctora Chan, que era en aquel entonces la encargada de recibirme, y que bueno que iba para allá y que iba en calidad de pediatra, y digo ok.

Foto: Lilian Salvat

O sea que parece que me persigue la especialidad porque además me gusta tanto, los niños son algo de mi predilección y bueno digo contentísimo de ir como pediatra para allá de nuevo. Primero fue en Omaha, ahora después allá en la sala de niños con dengue.

Y tuve una experiencia tremenda, estuve algo más de un mes allí, en aquella sala, hasta que la epidemia comenzó a ceder y fue preciosísima. De tal manera que recuerdo que una niña, por cierto, sobrina de la hematóloga que estaba con nosotros en la sala, hematóloga y pediatra, la doctora Isabel Quintero, cayó allí en la sala. La niña todavía recuerdo su nombre y apellido porque me dejó impactado para toda la vida.

La niña hasta hizo un derrame pleural y todo y la curamos. Y me dijo Isabelita Espinosa, yo a mi niña no la voy a atender, tú vas a ser médico y yo no voy ni a tocarla. Le digo bueno ok.

Y cuando terminó ella que fue de alta, me dedicó una foto que dice detrás, a mi segundo padre, el doctor Luis Salvador Espinosa. Y entonces firma Tania Mazanet Quintero. Son experiencias que tocan y que calan el alma porque eso es algo que da satisfacción, después de haber hecho lo que nos toca, entonces tener la satisfacción de que a alguien le haya calado así nuestra actitud.

Siempre, desde pequeño, sentí un amor profundo por mi ciudad y por mi antigua región manzanillera. Y como tal, quise venir a servir más que nada a ellos, estaba mi familia, mis amigos y este pueblo al que quiero tanto y me ofrecieron la oportunidad, inclusive, de quedarme en Holguín y también me ofrecieron la oportunidad de quedarme en La Habana y no acepté ninguna de las dos porque, sencillamente, siempre tuve en mente el criterio de venir a trabajar acá, a servir a mi pueblo. Y por eso es que vine y estoy aquí.

Repito ahora el consejo final de Esculapio. Cuando dice en sus consejos generales, dice, entonces, pese a lo que te he dicho de las cosas difíciles que van a pasar, tienes un corazón grande para amarlo, entonces hazte médico, hijo mío. Esto me hace pensar así.

Hay otro elemento que tiene que ver un tanto con esto, o es una forma de expresarlo muy parecida, que fue cuando nosotros llegamos al Hospital Lenin de Holguín, nos recibió el profesor Luis Fernández de la Vara, y recuerdo que estábamos en el teatro los colegas del curso, y entonces dice él, para estudiar medicina no hay que ser un supertalento, no hay que ser un superdotado, lo que sí hay que tener es una inteligencia normal, eso es lógico, cualquiera no puede llegar a ser médico, debe tener una inteligencia normal. Pero sí hace falta tres cosas, estudiar, estudiar y estudiar. Y entonces abrió las manos, extendió las manos al costado y dijo, y tener un corazón así de grande, extendió las manos al costado de una manera increíble.

Eso nunca se me olvida, esa manera de ejemplificar al doctor Luis Fernández de la Vara como debía ser un médico, tener un corazón muy grande para amar en todas las circunstancias, porque hay que tener sentido del dolor humano. Hay una frase de un médico que escribe, que se llama Albert Schweitzer, y dice el dolor pertenece a todos, no tiene fronteras, estos conceptos son los que hay que tener claritos.

Entonces disfruta uno de ver cómo ayuda a la gente, cómo la gente se siente bien, cómo el niño que tenía el dolor al final sonríe, como el otro, como Tania Mazanel que escribió al final de la foto a mi segundo padre y así por el estilo tantísimas cosas.

Caminas por la calle y ves cuántos te saludan, cuántos te abrazan. En fin, parece que ha tenido efecto el hecho de amarlos. Hay que amar, hay que amar mucho, mucho, mucho, el más grande de los principios, la más grande de las cualidades del ser humano es amar.

La mayor satisfacción es servir, el lema de mi vida, olvidé decirlo, lo he dicho de una manera, está entredicho, pero es así. Al cabo del tiempo, a medida que leía la Biblia, a medida que habitaba en mi comunidad religiosa, en mi pueblo, en las calles de mi pueblo, aprendí que el lema mío de vida debía ser el mismo de Cristo.

Un poco difícil, no es nada fácil, soy un hombre muy imperfecto, pero bueno, el lema mío de vida es el mismo de Cristo. He venido a servir, no a ser servido».

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