Donde sanan los latidos: Crónicas de una graduación en Manzanillo

Foto: Lilian Salvat
Foto: Lilian Salvat

Las batas aún están planchadas, las cofias listas y las manos tiemblan, no de duda, sino de emoción; en Manzanillo, en la entrañable Facultad de Ciencias Médicas Celia Sánchez Manduley, 113 jóvenes reciben el título de Técnico Medio en Enfermería, pero no es solo una ceremonia, es el nacimiento de un ejército silencioso que va, con sabiduría reciente y entrega antigua, a curar las heridas del país.

“Esta no es solo una graduación,” – afirmó el Decano Bárbaro Jahsel Guerrero -, “es un pacto con la historia, con el pueblo que espera alivio, con el legado eterno del Comandante Fidel. Ustedes llevan en sus manos la dualidad de la técnica y del corazón.”

La voz del decano resonó como tambor suave pero firme, recordando que en medio de las carencias y limitaciones que actualmente enfrentamos, la excelencia cubana se mide en convicciones y en las manos de estas jóvenes sobran.

Sheila: la que sueña con los intensivos

Desde la sala uno A del Hospital Clínico Quirúrgico Docente Celia Sánchez Manduley de aquí, donde los cuerpos luchan contra daños neurológicos, Sheila de la Caridad Infante González, aprendió que sanar es mirar con amor y técnica a quien ya no puede hablar; su tono es cálido, pero firme.

Sheila de la Caridad Infante González // Foto: Marlene Herrera

«Estos años fueron como un largo turno nocturno, silencios, esfuerzos, y aprendizaje constante. Me comprometo a seguir superándome, y también a levantar a quienes vienen detrás. Quiero conocer otros hospitales, servicios y encontrarme con nuevos rostros que me enseñen más de lo que soy capaz.

La sala de Cuidados intensivos me llama, ahí donde se libra la batalla más cruda entre la vida y el tiempo. Siento que es ahí donde quiero estar, donde cada segundo importa, donde cuidar se vuelve urgente y profundo.”

Sheila no se limita a observar, interpreta, acompaña, reconoce, su vocación es puente entre la ciencia y la ternura.

Yailen: Escucha el pulso del barrio

Graduada de la policlinica número cuatro de este territorio, Yailen González Núñez ha pasado por consultorios y cuerpos de guardia, como quien camina su propia historia. Le apasiona la Atención Primaria de Salud (APS), porque «ahí —dice— es donde el país respira».

Yailen González Núñez // Foto: Marlene Herrera

“Mi compromiso es servir siempre, donde la Revolución lo necesite, no depende del lugar ni del recurso, depende de la entrega, la APS es especial, es donde ves al abuelo que no puede dormir, al niño que se rasca los sueños, a la madre que no sabe cómo seguir.

En esos consultorios fui más que enfermera, fui confidente, consejera, hermana. Cada rostro me ha enseñado algo y yo quiero seguir creciendo, llegar a ser una profesional que cure con técnica, pero también con palabras.”

Yailen no anda con prisa, anda con propósito, porque servir, para ella, es también cuidar la memoria de quienes han confiado en su bata.

Danay: acompaña lo que apenas respira

En la sala de neonatología del Hospital Materno Fe del Valles Ramos, Danay Milanés Pérez, cuida incubadoras como quien protege promesas, allí el silencio no es ausencia, es vigilia.

Danay Milanés Pérez // Foto: Marlene Herrera

“Trabajar con neonatos es sentir lo que aún no se expresa; el bebé no habla, no te dice dónde le duele, pero tú lo sabes por el tono de piel, por la respiración, por el temblor mínimo, nosotras somos los ojos de esos cuerpitos.

Me gustan los más complejos, los ventilados, los de terapia intensiva; cuando ingresan, frágiles, uno llora por dentro, pero cuando se van sanos, en brazos de sus padres, es como si la vida te diera un abrazo.

Este trabajo me ha enseñado a confiar en la paciencia, en la fe, en el amor profesional; es una tarea que exige precisión, pero también dulzura y aunque estoy lista para ir donde me necesiten, siempre llevaré la ternura concreta que me enseñó un recién nacido.”

Danay no atiende pacientes, acompaña milagros en desarrollo, en cada gesto suyo hay una oración sin palabras.

Hoy Manzanillo no celebra un cierre, celebra la apertura de 113 nuevas fuentes de luz para los hospitales; son jóvenes que se han formado en aulas austeras pero dignas, como dijo el decano, y que han decidido abrazar una profesión que exige corazón en cada turno.

Porque donde hay una enfermero cubano hay patria latiendo, que se vuelve símbolo, queda la certeza de que cada egresada no solo lleva un diploma entre las manos, sino el pulso de una nación que confía en ellas.

Son mujeres que han aprendido a leer los silencios, a escuchar el cuerpo que no habla, a pararse frente al dolor sin retroceder; son parte de una generación que no teme al desafío, que abraza la vocación con coraje y ternura, y que convierte cada turno en un acto de amor por la vida.

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