
Este 18 de abril marca una fecha especial en el calendario independentista cubano, ya que se cumple un aniversario más del natalicio de Carlos Manuel de Céspedes y López del Castillo, por lo que se hace necesario recordar al hombre que en un acto de audacia y justicia, cambió para siempre el destino de Cuba.
Bayamés de nacimiento, Céspedes no solo fue un abogado, poeta y líder patriota, sino también el primer presidente de la República en Armas y, sobre todo, el Padre de la Patria, título que la historia más tarde le concedió.
En esta ciudad costera forjó su destino revolucionario desde el ingenio La Demajagua, hoy Monumento Nacional- una propiedad azucarera ubicada a 13 km del centro de Manzanillo.

Fue el 10 de octubre de 1868, en ese histórico lugar que realizó un gesto que definiría su legado: liberó a sus esclavos y los llamó a unirse a la lucha por la independencia.
«Ciudadanos, ese sol que veis alzarse por la cumbre del Turquino viene a alumbrar el primer día de libertad e independencia de Cuba», frase donde reflejó su convicción de abolir la esclavitud y lograr la soberanía absoluta, incluso cuando esto le costó el apoyo de sectores conservadores.
Su liderazgo no estuvo exento de sacrificios, los españoles capturaron a su hijo Oscar y le exigieron su rendición a cambio de la vida del joven. Su respuesta fue inmortal «Dígale al general español que Oscar no es mi único hijo… ¡yo soy el padre de todos los cubanos (…)».
Su figura ha trascendido generaciones como símbolo de valentía y emancipación, recordarlo es reafirmar los valores de dignidad, unidad y resistencia que lo acompañaron hasta su último aliento de vida.
Hoy, en el 206 aniversario de su natalicio, recordamos al hombre que renunció a sus privilegios por la libertad de su patria. Su ejemplo sigue vivo en Manzanillo, donde cada piedra de La Demajagua grita: ¡Independencia o muerte!