El mundo sigue necesitando de la ONU

Foto Presidencia de Cuba

En palabras que reconocieron este martes la gravedad del momento por el cual atraviesa el planeta, el Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, recordó en el Debate General del 75 Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, que la Isla rompe lanzas por causas justas, mientras no descansa en la batalla por defender la vida a pesar de la COVID-19

Porque consigo misma y en toda latitud Cuba ha sido sincera desde el primer día, el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, habló al mundo este martes, desde las 11 y 45 de la mañana (hora local), de una verdad que no permite esperas:

Durante el Debate General del 75 Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas (espacio virtual de alto nivel), el Jefe de Estado denunció que la llegada de la COVID-19 —que «en los últimos meses angustia y desespera a líderes y ciudadanos de prácticamente todas las naciones»—ha dejado ver con énfasis un drama que trasciende los problemas derivados del nuevo coronavirus.

«La crisis multidimensional que ha desatado (la COVID-19)— dijo el dignatario— demuestra claramente el profundo error de las políticas deshumanizadas impuestas a ultranza por la dictadura del mercado».

«Hoy somos dolorosos testigos del desastre al que ha conducido al mundo el sistema irracional e insostenible de producción y consumo del capitalismo, décadas de un injusto orden internacional y de aplicación de un crudo y desenfrenado neoliberalismo, que ha agravado las desigualdades y sacrificado el derecho al desarrollo de los pueblos».

«A diferencia del excluyente neoliberalismo, que separa y desecha a millones de seres humanos, condenándolos a sobrevivir con las sobras del banquete del uno por ciento más rico, el virus de la COVID-19 no discrimina entre unos y otros, pero sus devastadores impactos económicos y sociales serán letales entre los más vulnerables, los de menos ingresos, los mismos en el mundo subdesarrollado que en los bolsones de pobreza de las grandes urbes industrializadas».

El Presidente cubano comenzó su intervención describiendo lo que ha significado para el planeta la aparición del nuevo coronavirus, que en muy poco tiempo ha cambiado la vida cotidiana de modo drástico: «De un día para otro, reflexionó, se contagian millones y mueren miles de personas cuya esperanza de vida era superior gracias al desarrollo. Sistemas hospitalarios de alto nivel de prestaciones han colapsado y las estructuras de salud de países pobres sufren de su incapacidad crónica. Drásticas cuarentenas convierten en virtuales páramos a las ciudades más populosas. La vida social no existe fuera de las redes digitales. Teatros, discotecas, galerías, incluso escuelas, son clausurados o redimensionados».

«Nuestras fronteras se han cerrado, nuestras economías se contraen, nuestras reservas se agotan. La vida sufre el radical rediseño de costumbres ancestrales y la incertidumbre desplaza a la certeza. Hasta los mejores amigos se desconocen bajo las mascarillas que nos salvan del contagio. Todo cambia».

El dignatario expresó que «tanto como la solución a la pandemia, urge ya la democratización de esta indispensable Organización, para que responda de manera efectiva a las necesidades y aspiraciones de todos los pueblos».
Seguidamente compartió la certeza de que «el anhelado derecho de la humanidad a vivir en paz y seguridad, con justicia y libertad, base de la unión de las naciones, es constantemente amenazado».

Argumentó esa afirmación con el hecho de que más de «1.9 billones de dólares se dilapidan hoy en una insensata carrera armamentista sustentada en la política agresiva y guerrerista del imperio, cuyo máximo exponente es el actual gobierno de Estados Unidos, responsable del 38 por ciento del gasto militar global».

Se trata, como también Díaz-Canel expuso, «de un régimen marcadamente agresivo y moralmente corrupto, que desprecia y ataca al multilateralismo, emplea el chantaje financiero en su relación con las agencias del sistema de Naciones Unidas y con una prepotencia nunca antes vista se retira de la Organización Mundial de la Salud, de la UNESCO y del Consejo de Derechos Humanos».

Díaz-Canel no pasó por alto que, «paradójicamente, el país que aloja a la sede de la ONU también se aparta de tratados internacionales fundamentales, como el Acuerdo de París sobre cambio climático; repudia el consensuado acuerdo nuclear con Irán; impulsa guerras comerciales; pone fin a su compromiso con instrumentos internacionales de control en la esfera del desarme; militariza el ciberespacio; multiplica la coerción y las sanciones unilaterales contra aquellos que no se pliegan a sus designios y patrocina el derrocamiento por la fuerza de gobiernos soberanos mediante métodos de guerra no convencional».

«En esa línea de comportamiento», alertó el dignatario, que ni siquiera se aviene a «los viejos principios de la coexistencia pacífica y del respeto al derecho ajeno a la autodeterminación como garante de la paz, el gobierno presidido por Donald Trump, además, manipula con fines subversivos la cooperación en el ámbito de la democracia y los derechos humanos, mientras en su propio territorio proliferan prácticamente sin control, las expresiones de odio, racismo, brutalidad policial y las irregularidades del sistema electoral y el derecho al voto de los ciudadanos».

Ante la comunidad internacional, luego de haber enumerado en su intervención razones esenciales que hacen de este mundo un lugar preocupante, el Jefe de Estado afirmó: «Urge reformar las Naciones Unidas. Esta poderosa organización, que emergió del millonario costo en vidas de dos guerras mundiales y como resultado de la comprensión universal de la importancia del diálogo, la negociación, la cooperación y la legalidad internacional, no puede demorar más su actualización y su democratización. El mundo actual necesita tanto de la ONU como aquel en el cual nació».

«Algo muy esencial y profundo ha fallado, cuando se asiste de modo cotidiano y permanente a la violación de los principios de la Carta de la ONU, y cuando es cada vez más frecuente el uso o amenaza del uso de la fuerza en las relaciones internacionales».

El actual orden internacional, denunció Díaz-Canel Bermúdez, es insostenible por desigual, injusto y antidemocrático, porque antepone el egoísmo a la solidaridad, y los intereses mezquinos de una minoría poderosa a las legítimas aspiraciones de millones de personas.

En defensa de las Naciones Unidas

En franca posición de apoyo y a nombre de la Mayor de las Antillas, el Presidente de la República de Cuba dijo que «a pesar de las insatisfacciones y las demandas de transformación que, junto a otros estados y a millones de ciudadanos del mundo, pedimos a las Naciones Unidas, la Revolución cubana defenderá siempre la existencia del organismo al que debemos el poco, pero imprescindible multilateralismo que sobrevive a la prepotencia imperial».

«Más de una vez, ante este mismo foro, Cuba ha reiterado su voluntad de cooperar con la democratización de la ONU y con la defensa de la cooperación internacional que sólo ella puede salvar. Como dijo el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, General de Ejército Raúl Castro Ruz, y cito: “Podrá contar siempre la comunidad internacional con la sincera voz de Cuba frente a la injusticia, la desigualdad, el subdesarrollo, la discriminación y la manipulación; y por el establecimiento de un orden internacional más justo y equitativo, en cuyo centro se ubique, realmente, el ser humano, su dignidad y bienestar”. Fin de la cita».

En consonancia con una línea de pensamiento que apoya a Naciones Unidas, el mandatario hizo énfasis en que solo esa organización, «con su membresía universal, tiene la autoridad y el alcance necesarios para retomar la justa pelea por eliminar la impagable deuda externa que, agravada por los efectos socioeconómicos de la pandemia, atenta contra la sobrevivencia de los pueblos del Sur».

Cuba asediada y su batalla por la vida

La Isla no se enfrentó desarmada a la aparición del SARS-CoV-2. Esa verdadcompartida por el Presidente cubano en la Asamblea General de Naciones Unidas, tuvo como sostén el recuento, también por parte del mandatario, de las décadas de experiencia de Cuba ante epidemias terribles, algunas de las cuales, como él denunció, fueron deliberadamente introducidas como parte de la guerra permanente contra el proyecto político del país caribeño.

Ante tales desafíos epidemiológicos fueron aplicadas, como explicó Díaz-Canel en su discurso, un grupo de medidas que unidas al conocimiento cultivado en más de sesenta años de esfuerzos han hecho posible «crear y fortalecer un sistema de salud de calidad y alcance universal, así como la investigación y el desarrollo científicos». Ese camino ha conducido a Cuba, tal cual explicó el Jefe de Estado, a «preservar el derecho a la salud de todos los ciudadanos, sin excepción», y a «enfrentar la pandemia en mejores condiciones».

Se trata de un inmenso logro humano «pese —como expresó el Jefe de Estado— a las duras restricciones del prolongado bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de Estado Unidos»; bloqueo, enfatizó, «recrudecido brutalmente en los dos últimos años, incluso en tiempo de pandemia, como prueba de que ese es el componente esencial de su hostilidad hacia Cuba».

El Presidente cubano denunció ante la comunidad internacional la escalada de agresiones del gobierno estadounidense en su obsesiónpor demonizar a la Revolución cubana; entre ellas, la inclusión de la Isla, en calidad de país adversario, en listas carentes de legitimidad, o la emisión de declaraciones hostiles, o nuevas restricciones.

Como subrayó el mandatario en su discurso, «resulta paradójico que (el gendarme imperial que enjuicia a otros) haya rehusado a calificar como terrorista el ataque perpetrado contra la embajada de Cuba en Washington, el 30 de abril de 2020, cuando un individuo armado con un fusilde asalto disparó más de 30 cartuchos contra la sede diplomática y confesó después su intención de matar».

Díaz-Canel denunció la doble moral del gobierno estadounidense en la lucha contra el terrorismo, y a nombre de Cuba reclamó el cese de la hostilidad y la campaña difamatoria contra la labor altruista de la cooperación médica internacional de la Isla que, «con elevado prestigio y resultados verificables, ha contribuido a salvar cientos de vidas y a reducir el impacto de la enfermedad en diversas latitudes».

El dignatario destacó que «personalidades internacionales y organizaciones sociales de notable prestigio han reconocido la labor humanista desplegada por la Brigada Internacional Médica Especializada en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias “Henry Reeve”, abogando porque le sea concedido el Premio Nobel de la Paz».

Mientras Cuba lucha —como afirmó el Presidente— a brazo partido por la vida de sus hijos y de otros muchos seres humanos en el mundo, Estados Unidos, como reverso de la moneda, ignora el llamado a aunar esfuerzos en el combate a la pandemia y se retira de la Organización Mundial de la Salud (OMS). «Siempre, la fuerza de la verdad echará por tierra las mentiras, y la historia colocará los hechos y a los protagonistas en su lugar. El ejemplo de Cuba prevalecerá».

«Nuestros consagrados trabajadores de la Salud, orgullo de una nación formada en el ideario martiano de que Patria es humanidad, recibirán o no el premio que merece su nobleza, pero hace años que ganaron el reconocimiento de los pueblos bendecidos por su labor sanitaria».

Solidaridad y confianza en nuevos triunfos  

Hacia el final de sus palabras el Presidente Díaz-Canel Bermúdez, en nombre de su pueblo, quiso ratificar públicamente en el escenario virtual de Naciones Unidas la solidaridad de la Isla con la República Bolivariana de Venezuela –atacada con saña por el imperio—, el rechazo a las acciones de Estados Unidos para desestabilizar a la República de Nicaragua, el apoyo a las hermanas naciones del Caribe, así como el compromiso histórico con la libre determinación y la independencia del pueblo puertorriqueño.

Igualmente el dignatario patentizó el acompañamiento al legítimo reclamo de soberanía de Argentina sobre las islas Malvinas, Sándwich del Sur y Georgias del Sur, el compromiso con la paz en Colombia, el apoyo en la búsqueda de una solución pacífica y negociada a la situación impuesta a Siria, la demanda de una solución justa al conflicto del Oriente Medio, la solidaridad con la República Islámica de Irán ante la escalada agresiva de los Estados Unidos, y la solidaridad con el pueblo saharaui.

Cuba, como expresó este martes Díaz-Canel Bermúdez, condena enérgicamente las sanciones unilaterales e injustas contra la República Popular Democrática de Corea; rechaza la intención de extender la presencia de la OTAN hasta las fronteras de Rusia, y la imposición de sanciones unilaterales e injustas contra esa nación; al tiempo que rechaza la intromisión extranjera en los asuntos internos de la República de Belarús, y condena la injerencia en los asuntos internos de la República Popular China.

Son batallas que tendrán que darse en medio de un desafío inédito para la humanidad: «Las preocupantes circunstancias actuales, expresó el Presidente de la República de Cuba, han hecho que, por primera vez en los 75 años de historia de la Organización de las Naciones Unidas, nos veamos obligados a reunirnos de modo no presencial».

De cara a un problema que la civilización jamás había enfrentado, la comunidad científica de Cuba —como reflexionó el mandatario— «trabaja sin descanso en una de las primeras vacunas que están en fase de ensayo clínico en el mundo».

«Sus creadores y otros investigadores y estudiosos, articulados en el sistema de Salud, desarrollan protocolos de atención a las personas contagiadas, a las recuperadas y a la población de riesgo, que nos han permitido mantener las estadísticas de la epidemia en torno al 80 por ciento de personas contagiadas salvadas y un índice de letalidad por debajo de la media continental y mundial».

«”Médicos y no bombas”, anunció un día el líder histórico de la Revolución cubana y principal promotor del desarrollo de las Ciencias en Cuba, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Esa es nuestra divisa. Salvar vidas y compartir lo que somos y tenemos, al precio de cualquier sacrificio, es lo que brindamos al mundo desde las Naciones Unidas, a la que sólo pedimos un cambio a tono con la gravedad del momento»