
En 23 de marzo de 1794, en las costas orientales de Cuba, surgió un nuevo baluarte de comercio y desarrollo: el puerto menor de Manzanillo. Este acontecimiento marcó el inicio de un proceso sostenido que transformaría a esta pequeña localidad en un punto estratégico para el comercio marítimo y la economía regional.
La fundación del puerto no solo respondía a las necesidades comerciales de la época, sino que también se erigía como una respuesta a las dinámicas geopolíticas que comenzaban a delinear el futuro de la isla.
Con el paso de los años, Manzanillo fue ganando reconocimiento y relevancia. En 1809, alcanzó el estatus de Capitanía de Partido, lo que reflejaba su crecimiento y la importancia que adquiría en el contexto colonial cubano. Este nombramiento no solo consolidó su posición como un centro administrativo, sino que también atrajo a más comerciantes e inversores en busca de oportunidades en este emergente puerto.
Sin embargo, la historia de Manzanillo no estuvo exenta de desafíos. A medida que el comercio aumentaba, también lo hacían las amenazas externas. La ubicación estratégica del puerto lo convirtió en un punto de contrabando para los ingleses, quienes veían en él una oportunidad para sus correrías comerciales.
En este contexto, la corona española reconoció la necesidad imperiosa de fortalecer la defensa del puerto. Las incursiones francesas y los ataques británicos comenzaron a poner en jaque la seguridad de esta vital ruta comercial.
A pesar de estas adversidades, Don Juan Francisco Sariol, visionario y emprendedor, se atrevió a dar un paso adelante. En 1797, con las autorizaciones necesarias, emprendió la construcción de un almacén que serviría como punto neurálgico para las operaciones comerciales en el puerto.
Sin embargo, su esfuerzo fue rápidamente frustrado; el almacén fue víctima de la quema y el hurto por parte de los ingleses, un recordatorio doloroso de los riesgos que enfrentaban aquellos que intentaban establecerse en esta tierra prometedora.
A pesar de estos reveses, Manzanillo continuó su camino hacia el desarrollo. En 1826, fue elevado al rango de Puerto Mayor, consolidando aún más su estatus dentro del sistema portuario cubano.
Es evidente que la creación del puerto menor de Manzanillo constituyó un avance significativo en la economía del territorio en el siglo XIX además de ser un símbolo de resistencia de la población manzanillera de aquel entonces.