
El 28 de marzo de 2002 marcó un antes y un después en la vida de muchos jóvenes cubanos. Ese día, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz inauguró en la Plaza Celia Sánchez Manduley de esta ciudad, el Curso Nacional de Superación Integral para Jóvenes, una iniciativa ambiciosa que brindó una oportunidad de desarrollo a quienes se encontraban sin empleo o aspiraban a superarse para acceder a la educación superior.
Entre los miles que se beneficiaron de esta iniciativa se encuentra Mayae García Vázquez, una manzanillera cuya historia es un testimonio del poder transformador de la educación y la visión de este proyecto social.
«En el año 2002 yo trabajaba como técnica en contabilidad en la Consultoría Jurídica del Ministerio de Justicia de aquí, de Manzanillo. Mi labor consistía, entre otras cosas, en realizar los pagos a los abogados mediante cheques. Fue en ese contexto que conocí sobre la convocatoria al Curso de Superación Integral que impulsaba el Ministerio de Educación».
«Vi en ese curso una oportunidad única, me inscribí y recibí clases de diversas asignaturas que fueron fundamentales para mi desarrollo integral, tanto en el plano histórico como político. Era una formación completa».
«Tras superar el curso, accedí a un escalafón provincial que me permitió optar por la carrera de Derecho, un sueño que parecía lejano pero que, gracias a esta oportunidad, comenzaba a hacerse realidad. Estudié la carrera y felizmente en el 2010 me gradué».
«Siempre amé el Derecho, porque me gusta ayudar a los demás a través de las leyes, buscando siempre la justicia».
Actualmente, Mayae García Vázquez trabaja en el Registro Civil, desempeñándose como registradora de los recién nacidos en el Hospital Materno Fe del Valle Ramos, una labor que realiza con dedicación y sensibilidad desde hace dos años.
Su historia es solo una entre miles de cubanos que, gracias al Curso de Superación Integral para Jóvenes y otras iniciativas impulsadas por la Revolución, lograron acceder a la educación superior y construir un futuro mejor.
Muchos de ellos, jóvenes que quizás se encontraban en situaciones difíciles o con pocas perspectivas, encontraron en la educación cubana una herramienta para transformar sus vidas y contribuir al desarrollo del país.