La Caravana de la Victoria

Entrada triunfal de Fidel Castro a La Habana

Este ocho de enero el sol resplandece con más fuerza sobre la Mayor de las Antillas. La suerte de sus rayos, que hace ya 58 años abrazaron los cuerpos heroicos e hicieron salir gotas bravías de la frente del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, le torna más deslumbrante.

 

Fueron ellos los que acompañaron a cubanos y cubanas en las largas jornadas del dos de enero hasta el día ocho de 1959, cuando se ratificó con la entrada de la Caravana a la Habana el triunfo definitivo del Ejército Rebelde, del pueblo, ante la tiranía y los gobernantes serviles a intereses imperialistas.

 

Las sombras de los autos y de los hombres proclamados por su sacrificio como héroes, dibujadas en el pavimento de las calles y avenidas se impregnaron del júbilo de la gente que vitoreaba la conquista del Primero de Enero, la llegada de sus máximos responsables y de su eterno líder.

 

Como en Santiago de Cuba, desde donde comenzó a esparcir libertad en la madrugada del segundo día del año, y en cada pueblo que llegó, transitó, conversó, llovían flores, saludos, lágrimas de alegría, por el honor de vivir el momento histórico y de estrechar en los brazos a sus protagonistas.

 

Luz irradiaban los de verde olivo a través de sus miradas serenas, las sonrisas y el orgullo de ver la libertad como realidad de su pueblo. Y Camilo, que se unió a Fidel en la Virgen del Camino, hacía gala de sus Cienfuegos.

 

Cada espacio se colmó de la energía redentora del hecho: el Castillo de Atarés, los elevados del ferrocarril, la planta eléctrica de Tallapiedra, la sede de la Marina de Guerra, el Yate Granma que anclado en las aguas volvió a sentir el paso firme de los discípulos del Apóstol.

 

También el Palacio Presidencial, en cuya terraza norte el presidente provisional Manuel Urrutia presenta al Jefe Indiscutible a quienes escucharon las palabras del barbudo. Y hasta las puertas de los hogares dejaron ver su gozo al dar la bienvenida con las calcomanías rojinegras que decían: Gracias, Fidel.

 

Hasta el mar y Malecón llegó la ola de fulgor, hasta el Radiocentro, y finalmente a Marianao. Allí, en el Cuartel Militar Columbia, otrora bastión de la tiranía de Fulgencio Batista que se convirtió en la Ciudad Escolar Libertad, fue la explosión final de soberanía.

 

Ya el Astro Rey estaba oculto, pero la dama blanca de las noches llegó al encuentro con la multitud que enardecida gritaba el glorioso nombre ¡Fidel ¡Fidel!

 

En las alas de la paloma blanca que se posó en su hombro mientras se dirigía al pueblo, mientras auguraba en su discurso lo mucho que quedaba por hacer y reafirmaba su responsabilidad ante la historia y el pueblo de Cuba, llegó la paz y la pureza de la obra que recién iniciaba y que suma ya 58 años de victorias.

 

Aunque el acto que cerró el recorrido de la Caravana terminó alrededor de las dos de la madrugada del nueve de enero de 1959, al día siguiente el Sol brilló y convocó a los hombres y mujeres a trabajar por el crecimiento de la Patria con la misma fuerza que lo hace hoy.