
De esa sororidad que supone acompañar a las mujeres en su desarrollo personal y profesional, del compromiso con la equidad, la justicia social y la defensa, siempre, de los derechos humanos, y también de los retos por mantener una organización vigorosa habla Teresa Amarelle Boué, miembro del Buró Político del Partido y secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
En su diálogo con Granma, a propósito del aniversario 65 de la Federación –la cual, bajo el liderazgo de Vilma Espín Guillois, surgió como respuesta necesaria a los desafíos de una sociedad que comenzaba a construir un modelo inclusivo–, expresa que los resultados construidos hasta hoy son el producto de una obra colectiva de más de seis décadas.
«Entre los principales logros recientes se encuentra la participación política de las mujeres en el Parlamento, lo que ha posicionado a Cuba como segundo país del mundo con mayor representación. Además, se implementó, desde 2021, el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (pam), que articula políticas públicas con enfoque de género. Se han aprobado importantes normas jurídicas que nos protegen, tanto en el espacio privado como público; hemos impulsado la creación del Observatorio de Cuba sobre Igualdad de Género, y promovemos una Estrategia integral para la prevención y atención a la violencia de género y en el escenario familiar».
Sobre los espacios en los que históricamente han persistido desigualdades, Amarelle Boué precisa que, con la creación de las Cátedras de Género en las universidades, así como el Centro de Estudios de la Mujer, se han abierto senderos, y «podemos decir con orgullo que más del 60 % de los graduados universitarios en Cuba son mujeres».
–Ante la urgencia de enfrentar y prevenir la violencia de género en la sociedad, ¿cómo ha avanzado la implementación de los programas y las estrategias diseñados?
–Además de fortalecer los espacios de orientación jurídica y sicológica, y de capacitar a promotoras comunitarias para que actúen como redes de apoyo y de alerta temprana, también hemos incorporado el enfoque de la interseccionalidad, entendiendo el modo en que factores como la edad, el color de la piel, el lugar donde vive una mujer, su situación económica… influyen en las múltiples formas de violencia machista.
«También lideramos acciones de comunicación social en espacios físicos y virtuales con Jornadas por la No Violencia, talleres, campañas, y espacios de diálogo, que desmontan estereotipos y promueven relaciones respetuosas.
«Paralelamente desarrollamos el proyecto Respuesta Nacional a la Violencia Basada en Género, que involucra a 40 municipios de 15 provincias del país. Asimismo, el Proyecto No Más, dirigido al fortalecimiento de las consejerías en seis municipios de Las Tunas, Granma, Guantánamo y La Habana».
En tanto, el embarazo en la adolescencia –un problema social, de salud, de educación, y muchas veces, una forma de violencia– ocupa un lugar central en la agenda de la FMC.
«Laboramos en cada comunidad, en cada municipio, para estar cerca de esas adolescentes, de sus familias, de sus entornos. Hemos creado consejerías y estamos articuladas con la Fiscalía para detectar situaciones de abuso, presión o relaciones desiguales; porque no se trata de señalar ni de juzgar, sino de acompañar y proteger», agrega Amarelle Boué.
Por eso, alude la Secretaria General, se deben buscar nuevos métodos, porque mientras exista una mujer víctima, la batalla no se puede dar por saldada.

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La FMC nació en un momento histórico muy concreto, con una misión válida: empoderar a las mujeres, garantizar sus derechos, y acompañarlas en todos los espacios de la vida social. Pero los tiempos cambian, y con ellos, las formas en que las mujeres se organizan, se expresan, y asumen sus proyectos de vida.
Al respecto, Amarelle Boué puntualiza que transformar la Federación significa revisar las prácticas y, sobre todo, «vincularnos con las jóvenes y promover su participación, desde sus propios códigos. Debemos atender a las emprendedoras, que necesitan acompañamiento legal y financiero; a las mujeres rurales, que aún enfrentan brechas de género; a las madres cuidadoras, a las adultas mayores, a las mujeres trans…, a todas.
«La FMC tiene que ser casa, puente y motor. El legado no se toca, se honra, poniéndolo en diálogo con el presente, y asegurando que siga siendo útil, inspirador y revolucionario».