Manzanillo. Diciembre 26.- Transcurridos dos meses de que el huracán Melissa dejara caer su furia en cuatro provincias del oriente cubano entre las que se incluye Granma, aún se escuchan los ecos de la solidaridad, a través de historias de vida, donde el humanismo transformó el dolor de los damnificados en esperanza y alegría.
Así fue como los integrantes del proyecto Mariachis Puerto Real, con más de tres años de creado en esta urbe costera, con instrumentos al hombro y corazones repletos de amor y sensibilidad, llegaron al centro de evacuación ubicado en el campus Blas Roca Calderío de la Universidad de Granma (UDG), y días después al poblado rural del Sitio Remate, uno de los más afectados en el territorio por el devastador evento meteorológico.
Como exponente del folclor tradicional mexicano , este grupo perteneciente a la Casa de Cultura local, y conformado por una decena de jóvenes artistas profesionales, en esos días de incertidumbre convirtió «la música en medicina del alma», como expresara el filósofo griego Platón.
«Motivamos por esos sentimientos de hermandad que caracterizan a los cubanos, nos dimos a la tarea de regalar nuestro arte a esas personas que lo perdieron todo, o casi todo, y de brindarles un rato de felicidad», significó Guillermo Alberto Andino Jiménez, director y cantante del proyecto.
«Nos encontramos con escenarios de los más complejos y devastadores que puedan existir, donde vimos rostros que no tenían el más mínimo brillo en sus miradas, aún húmedos por la tristeza que se reflejaba en las lágrimas que brotaban, al saber que la imponentes fuerza de los vientos y de las aguas les arrancaban gran parte de los sueños por los que tanto habían luchado», evocó el joven con un nudo en la garganta.
Confesó que fue ese el momento idóneo para devolverles a esas personas la esperanza y las fuerzas para empezar un nuevo amanecer; «y lo hicimos a través de nuestra música, el motor impulsor que demostró en esos instantes que la vida continúa; porque existen personas y otros sueños aún sin lograr por los que había que seguir luchando».
«A medida que aumentaba el clima de la actividad, se veían las caras más alegres, niños cantando, mientras los adultos secaban sus lágrimas de emoción al saberse acompañados, unos y otros entrelazaban sus manos, se abrazaban; y eso logró desde nuestro arte», subrayó.
El líder del proyecto Puerto Real manifestó así el orgullo de todos sus mariachis por ser protagonistas de esta obra humanista, al tiempo que aseguró continuarán llegando hasta los más recónditos parajes de la geografía manzanillera y granmense, para llenar de felicidad los espacios del silencio, con el sonido inconfundible de las rancheras y guapangos.