
—Mamá, ¿por qué hay niñas que son madres? —me preguntó mi hija adolescente mientras observábamos juntas un anuncio que abordaba este tema, ella insistió agregando que en su escuela hay estudiantes que ya tienen hijos; su inquietud, refleja una preocupación que hoy interpela a familias, instituciones y comunidades en todo el país.
Este año, del 15 al 20 de septiembre se celebra la semana de prevención del embarazo en adolescentes, que bajo el lema Pongamos fin al embarazo infantil, la campaña convoca a visibilizar una problemática que, en territorios como Manzanillo, ha dejado de ser marginal para convertirse en uno de los principales desafíos sociales.
En Cuba, cerca del 19 % de los nacimientos registrados en el último año correspondieron a adolescentes entre 12 y 19 años, según datos del ministerio de salud pública; en este municipio granmense, más del 20 % de los partos fueron de adolescentes, con un preocupante incremento en menores de 15 años, especialmente en comunidades rurales y zonas de alta vulnerabilidad.
Esta tendencia compromete el desarrollo físico, emocional y educativo de las niñas, ocasionando abandono escolar y dependencia económica; desde una perspectiva de derechos, el embarazo infantil constituye una forma de violencia que vulnera la integridad de las menores y exige respuestas intersectoriales, sostenidas y sensibles.
En Manzanillo, se articulan esfuerzos entre el sistema de salud, el sector educativo, los medios de comunicación y las organizaciones comunitarias para promover acciones de prevención, formación afectiva sexual, orientación familiar y atención psicológica.
Durante el último año, se realizaron más de 120 talleres en escuelas secundarias y preuniversitarios, se activaron redes de promotores juveniles, y se fortaleció el trabajo de los consultorios del médico y la enfermera de la familia en la detección temprana de riesgos.
Como periodista y madre, reconozco que la prevención no comienza en las estadísticas ni en los protocolos institucionales, comienza en casa, en el diálogo honesto, en la construcción de entornos seguros y afectivos, en el respeto por los tiempos de la niñez, que solemos como padres acelerarlo; pero también requiere voluntad política, sensibilidad narrativa y compromiso ético desde todos los sectores.
Poner fin al embarazo infantil implica desmontar estereotipos, garantizar el cumplimiento de las leyes, investigar cada caso y sancionar toda forma de abuso, implica reconocer que cada niña tiene derecho a crecer sin imposiciones, a decidir con conciencia y a vivir con dignidad. Es, en definitiva, cuidar el presente para garantizar un futuro más justo.
La campaña no concluye esta semana, debe continuar en cada aula, cada consultorio, cada espacio público donde se escuche, se respete y se proteja a la infancia, porque prevenir es educar, acompañar y transformar; en Manzanillo, como en toda Cuba, la niñez no se toca, se cuida.