
El verano llega a Manzanillo con su carga de sol, música y alegría; las playas se llenan, los parques se animan, y la juventud busca espacios para el descanso y la recreación; pero entre la brisa marina y los juegos de dominó, se esconde una amenaza silenciosa que no podemos ignorar, el avance del consumo de drogas sintéticas entre nuestros jóvenes.
No es secreto que el consumo de sustancias como el Químico, una droga sintética de bajo costo pero de altísimo riesgo, que ha dejado secuelas devastadoras en barrios y familias, se hace popular entre los más jóvenes por estos tiempos.
Esta sustancia, compuesta por mezclas químicas altamente tóxicas, genera alucinaciones, agresividad y pérdida total de la conciencia; su impacto no es solo físico, es social, emocional y moral.
La etapa estival, con su tiempo libre y menor supervisión familiar, puede convertirse en terreno fértil para estas prácticas destructivas; no se trata de alarmar, sino de actuar; la prevención debe comenzar en el hogar, continuar en la escuela y fortalecerse en la comunidad; no basta con operativos policiales, necesitamos cultura, deporte, diálogo y oportunidades reales para nuestros jóvenes.
Las drogas no son una moda ni una vía de escape, son una trampa disfrazada de libertad, en un momento en que los jóvenes buscan experiencias intensas y nuevas emociones, es vital recordar que la verdadera libertad no se encuentra en lo que nos esclaviza, sino en lo que nos fortalece.
Este verano, disfrutemos de espacios seguros, creativos y espirituales donde nuestros jóvenes puedan expresarse, crecer y soñar sin miedo, que cada actividad cultural, cada encuentro deportivo, cada proyecto comunitario sea una alternativa viva frente a la oscuridad de las adicciones.
No podemos permitir que una generación se pierda entre “papelitos” y promesas tóxicas; ahora más que nunca, cuidemos a nuestros hijos, sobrinos, vecinos, estemos presentes, escuchemos, acompañemos, porque en esta tierra noble y luchadora, la vida siempre debe vencer al veneno.