
Una familia del Reparto Guitérrez de la ciudad de Manzanillo aún recuerda con dolor aquel SEIS de octubre de 1976 cuando llegó la noticia del horrendo crimen, donde una de sus miembros desaparecería trágicamente, al caer al mar la nave 455 de Cubana de Aviación frente a las costas de Barbados.
La manzanillera Sonia Guillén González, guarda en su memoria aquellos momentos que vivió en su hogar, la misma casa donde había nacido su tía, la aeromosa Marlene González Arias, una de las víctimas del sabotaje del avión, junto a su esposo el piloto Ángel Tomás Rodríguez Valdés.
Esta profesora de la Licenciatura en Química en el campus Blas Roca Calderío de la Universidad de Granma, cierra sus ojos para recordar y compartir su testimonio.

«Marlene siempre era el ejemplo de la familia, el paradigma a seguir, una muchacha muy alegre, muy cariñosa, porque además en esa profesión hay que ser así cariñoso, alegre, y ver que se destrozó todo aquel cariño de momento y no la tuvimos más nunca, fue muy triste”, dice Sonia.

«Las relaciones con ella eran magníficas, nosotros éramos sus niñas. Ese año yo fui la última que pasó las vacaciones junto con ella, todavía recuerdo aquel seis de octubre por la tarde, ya al mediodía, cuando vinieron a dar la noticia a mi abuela. Mi abuela sufrió un infarto ese día, de ahí todos fueron días de búsqueda, días interminables. A pesar de ser muy pequeña, hay cosas que marcan a uno en la vida que nunca se olvidan, además de vivirlo año tras año hasta hoy, porque todavía hoy lo estoy viviendo ese dolor. Queda una tía en La Habana que todavía lo sufre y por allá también hace su llamado a la justicia”, recuerda la profesora manzanillera.

De Ángel, el esposo de su tía guarda también hermosos recuerdos. “Él era para nosotros un tío también, y al ver que lo perdimos ese mismo día el dolor se duplicó, porque no solamente ya la perdíamos a ella, sino también a él.

La voz que se escucha cuando ellos están en ese momento de desesperación: “Eso es peor, pégate al agua Felo, pégate al agua” es de él.
Ahí se unieron ellos como profesionales para tratar de salvar el avión, pero realmente esa última bomba que explotó ya en la parte trasera de la nave no dejó que ellos aterrizaran solamente a segundos.

Y él también fue con nosotros ese tío muy querido y al que nosotros vamos a recordar y tener siempre en nuestros corazones”, señala Guillén González.
Pero la historia se hace más triste para Sonia al recordar el amor de su tía Marlene con Ángel, una unión que no sólo se había fortalecido, sino que se rompió el mismo día para ambos por las garras frías de la muerte.
«Fue muy duro porque a pesar de que ellos no coincidían en los viajes, hacían escalas en Barbados, pero él, como se acercaba el cumpleaños de ella, habló con el que venía de copiloto para cambiar el vuelo y así pasar la celebración juntos.
Y precisamente murieron juntos, o sea, ese amor perduró para siempre. Quizás el destino los llevó a unirse porque no podían vivir el uno sin el otro. El amor los unió por última vez en la vida hasta morir juntos.

Todas esas cosas impactaron mucho a mi familia. El dolor de mis padres, de todos nosotros que crecimos viendo a la familia llorar, a mi abuela.
El mismo día de la despedida del duelo, del cepelio de esas víctimas que fue un acto simbólico, como todos sabemos, era el cumpleaños de mi tía, imagínense cómo se puso aquella familia donde ese día pudo haberse celebrado su fiesta como se pensó en familia.
El dolor se triplicó, todos estábamos allí en la Plaza de la Revolución, incluso nosotros como niñas, porque mi mamá cuando eso no tenía con quién dejarnos aquí y mi papá también fue con ella. Yo recuerdo que cuando nosotros llegamos a la casa de mi tía, muy cerca del aeropuerto, mi abuela daba unos gritos llorando que se oían, yo creo que en toda la Habana, llamándola, aclamándola, muy doloroso, realmente eso fue, destrozó a la familia”, concluye así Sonia al recordar con tristeza ese horrendo crimen al secarse las lágrimas que corrieron por sus mejillas al compartir con este reportero su testimonio.