
Dicho es del cubano que basta sonar una lata y un palo y se arma una fiesta, y esa afirmación quedó demostrada una vez más en las festividades que del 21 al 24 de agosto se realizaron en Manzanillo, una ciudad que siempre gozó de buena fama por sus auténticos carnavales.
“Y no, carnavales no son porque esto no se parece en nada a los de otros años” es el razonamiento de no pocas personas. Aunque en realidad la festividad llamada carnaval es según el Diccionario de la Lengua Española, y otras muchas publicaciones una Fiesta popular y consiste en mascaradas, comparsas, bailes y otros regocijos bulliciosos.

O sea, llámese Fiesta popular o Carnaval, lo que ha ocurrido en estos cuatro días es precisamente eso, una celebración en la que ha habido música, comparsas, bailes, máscaras, pasacalles, y tampoco faltaron algunas indisciplinas sociales.
Lo cierto es que cuestionado por la mayoría debido a la situación económica y social del municipio, su realización fue un reflejo de la actualidad que se vive hoy.
En un área limitada se concentraron las propuestas que dejaron fuera a la mayoría pues venían fundamentalmente de los emprendedores con precios no asequibles para cualquier trabajador estatal. Basta mencionar un ejemplo de alguien que comentó, salí una noche y gasté 10 mil pesos, y que conste que quien lo dijo no es un bebedor.


Negativo también es el atropello al oído de quienes decidieron ir, por el uso y abuso de la música con letras groseras que constituyen una pornografía auditiva sin tener en cuenta que estaban familias, niños, personas decentes. Punto y aparte para la Discotemba que tiene otra selección musical, y las orquestas que se presentaron en la Tarima del Pueblo.
No hubo un espectáculo pero sí una gala, no hubo grandes orquestas de otras provincias pero estuvieron las del terruño, no hubo ensayos pero sí desfile de comparsas. Comida hubo, habrá quienes le llegaron a los bocaditos de cerdo de 300 pesos y quienes se tuvieron que conformar con las frituras de maíz de 25.Y los apagones continuaron, ajustados a los horarios de la fiesta, pero ahí.
Soy del criterio que, el carnaval lo hace cada quien, y así ha sido siempre, cuando era una fiesta para todos, o como ahora que fue sólo para algunos. Y la respuesta a la pregunta ¿cómo estuvo el carnaval? varía según esa perspectiva individual. Si preguntamos a quien tiene solvencia económica, le gustan las congas, la cerveza, estuvo acompañado por personas que aprecia y se divirtió, el carnaval ha estado buenísimo, pero si vamos con quienes también disfrutan de arrollar detrás de los tambores, de tomar una cerveza fría y compartir con la familia pero viven de un salario (especialmente estatal) que no les permitió acceder a las ofertas, les dirá que estaba malo, que todo estaba caro, que la cerveza era de latica o la Parranda, que esta vez hubo poca agua ante el reclamo de los bailadores porque el acueducto está en candela, y están quienes aún sin tener una economía amplia para consumir se conforman y son felices bailando y si tienen que compartir una cerveza entre tres o cuatro, lo hacen.

Así que sí, hubo carnavales, lo de fiestar está en el ADN del cubano, y la gente bailó en las congas, con la música en vivo y con la grabada (incluso sin estar de acuerdo con las letras) porque como dije al comienzo, basta que suene una lata y un palo y a muchos se les olvida todo, y sólo se dejan llevar tras el toque de los tambores, ya sean de Guáimaro o de Romilio.