
Manzanillo. Octubre 5.- El aula es un jardín donde florecen letras y números. Cada niño, una semilla distinta; cada día, una lluvia de paciencia. En el silencio de la tiza y el murmullo de las voces pequeñas, la maestra cultiva futuro, sin pedir aplausos, solo con la esperanza de que algún día, en alguna calle, alguien le diga “maestra” y ella sepa que sembró bien.
«Me llamo Yaisel Torres García y trabajo en la Escuela Primaria José de la Luz y Caballero de estq ciudad; llegué al magisterio por una convocatoria que escuchó mi mamá en la radio, allá por el 2002 o 2003, pedían estudiantes de onceno grado interesados en ser maestros. Me presenté a la prueba de actitud, la aprobé, y desde entonces no he soltado el camino.
Di el duodécimo grado en el curso de maestros emergentes en el pedagógico Blas Roca Calderio, me preparé un año, salí de práctica en mayo y en septiembre ingresé al seminternado Luis Ángel Rodríguez Muñoz. Allí estuve 20 años, incluyendo los cinco de universidad y tres de maestría. Luego me trasladé a la escuela donde estoy ahora, dando segundo grado.
He trabajado de primero a cuarto, pero el grado que más me gusta es primero, es el que más satisfacción da; los niños entran sin saber leer ni escribir, y uno ve cómo florecen. Aprenden a sumar, a calcular, a expresarse, es el grado donde más se ve el fruto del trabajo.
Nunca me imaginé otra profesión, desde pequeña jugaba con mis muñecas a ser maestra, me gusta, me llena; ser maestra para mí es lo mejor, lo decidí desde niña y no me arrepiento.
Tengo muchas experiencias, pero hay una que me marcó, iba por la calle y un hombre me dijo “maestra”, me quedé sorprendida, era Rafael Cedeño Suárez, un alumno mío, lo recordé enseguida, era inteligente, respetuoso, me dio alegría verlo convertido en un hombre y que aún me reconociera.
También he sido maestra de hijos de mis antiguos alumnos, una niña llamada Rosana, cuya mamá, Rosario, fue alumna mía; eso me hizo sentir el paso del tiempo, pero también la continuidad de lo que hacemos.
Recuerdo un paseo con un grupo mixto a Bayamo, visitamos el museo de Cera, la casa de Carlos Manuel, fue hermoso enseñarles la historia de nuestra provincia en vivo, fuera del aula, esas vivencias no se olvidan.
A los maestros que comienzan les diría que lo primero es el amor a la profesión y a los niños, cada uno es un libro distinto, cada familia una historia, hay que tener paciencia, sensibilidad y también hay que estudiar, prepararse siempre, porque el aula no es solo para enseñar, es para cuidar, para proteger, para que el niño aprenda con alegría.
Eso es ser maestro y eso es lo que he sido, lo que soy, y lo que seguiré siendo mientras tenga voz y corazón para enseñar.»