
Amor retribuido al maestro que escribió que Sin los niños no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz, es cada 28 de enero el desfile martiano que convoca a miles de niños cubanos a tomar las principales calles y dar vida a personajes, versos, pensamientos.
Y porque este hombre que escribió La Edad de oro es consulta obligada para padres, maestros y cualquiera que piense en una educación correcta para la vida, es preciso que desde pequeños aprendan de la mano de historias que han pasado generación tras generación, de los cuentos y las poesías, de valores y maneras de ser porque Lo original y enérgico de cada hombre, se deja ver desde la infancia en un acto, en una idea, en una mirada.
Así fue que Pilar, querida por todas las niñas, caminó de la mano de Piedad y de Nené traviesa por la ancha avenida manzanillera, convencida de que Los hombres necesitan quien les mueva a menudo la compasión en el pecho, y las lágrimas en los ojos, y les haga el supremo bien de sentirse generosos.
Una Piedad que encarna los más altos valores humanos llevó a su inseparable Leonor, sabiendo que El ser bueno da gusto, y lo hace a uno fuerte y feliz; mientras que muchas Nené, se entrelazaron con los reyes y pastores, con Meñique y Loppi para ratificar que La educación es como un árbol: se siembra una semilla y se abre en muchas ramas.
Y ahí llegó la bailarina con los versos sencillos del apóstol de la independencia llenos de cubanía y compromiso fiel.
Así fue esta mañana, que con los primeros rayos del sol, descubrió al propio José Martí rodeado de los que saben querer, de los que sin duda alguna, son la esperanza del mundo, de esos príncipes y princesas a los que este gran hombre aspiró que fueran felices.