Adios Doctor Arjona

Manzanillo.- Enero 31.- Hoy cierra el primer mes del año y una mala noticia llega: murió el Doctor Arjona, fueron las palabras iniciales de una llamada telefónica que recibí bien temprano en la mañana.

Mi corazón se acongoja y no deja de entristecerse con la pérdida de este manzanillero, leyenda de la Pediatría en el territorio. Por cuestiones de salud y familiares, residía hacia algún tiempo en la capital cubana, lugar que le vio cerrar en esta madrugada su vida a los 93 años de edad, más de cincuenta de ellos dedicados a su profesión.

Vienen a mi mente tantos recuerdos, su trato afable y cuidadoso con cada paciente, que a pesar de las dolencias tenían que reír y sentir alivio, su hablar pausado y sencillo, su dedicación desmedida hacia su profesión; «Vengo domingo por domingo, como también los días festivos, feriados, los fines y principios de año, los Primero de mayo porque los enfermos y las enfermedades no tienen día. Es muy importante que uno esté enamorado de su trabajo», declaró una vez en una entrevista.

Así era el doctor Romárico Arjona Aguilera, quién en el centenario del Hospital Pediátrico Hermanos Cordové de esta urbe, fue homenajeado con el Pergamino de la Ciudad, mérito que recibió de parte colectivo de esta institución y el gobierno de Manzanillo.

Considerado como uno de los padres de la Pediatría en esta región de Cuba, el doctor Arjona comenzó sus estudios en la capital del país en 1954; al enterarse de la apertura de un dispensario infantil en esta ciudad, regresa y se convierte en el primer trabajador nombrado para la Organización Nacional de Dispensarios Infantiles (ONDI).

Una vez en el hospital Caymari, con solo 16 camas para ingresos y luego de que el doctor Ulises Estrada Oro, encargado del lugar y defensor de los principios revolucionarios, tuviera que abandonar la institución por cuestiones de su seguridad, se queda al frente del local, que después del primero de enero de 1959, cambia su nombre al actual, Hermanos Cordové.

Cada uno de los espacios de esta centenaria institución asistencial, tiene la impronta de este hombre, que fue más que médico, amigo, padre, considerado una Cátedra de la Pediatría en el nuestro país, por su profesionalidad, carisma, talento y sentido de pertenencia ante su misión de curar.

La tranquilidad que transmitía en cada consulta aún la puedo sentir, su trato hacia los pequeños, sin importar color o posición social, era el mismo; recuerdo que cuando nos veía en la calle, a mi hermano le daba la mano y a mí un beso en la frente; así era él con todos; un ser imprescindible, a los que duele decir adiós.

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