Él sueña un circo, quizás por eso asegura que lleva “un niño dentro, uno que le dicta a veces lo que tiene que hacer”, uno que entre malabares y piruetas anda sobre rieles en su mente, cual inspiración inquieta.
En los mismos anhelos que se escapan A bordo del arcoíris, o entre las líneas de Poemas para Geidis, en los pétalos resplandecientes por Los sueños de un girasol, y en la energía vibrante de Yo soy un circo, habita la esencia del manzanillero Ángel Larramendi Mecias, poeta y escritor de esta urbe de mar.
A los niños canta en verso, seres “muy sinceros a la hora de decir qué les gusta”; aunque es su métrica un regalo para muchos “porque mi objetivo es llegar a todos, y por eso trato que mis historias sean sencillas, lo que no quiere decir simples”.
Desde su participación en aquellos primeros certámenes, previo al viaje a la Unión Soviética, donde estudió Automática del transporte ferroviario, sentía la necesidad de volcar a las letras el mundo circundante, con un regreso permanente a la cultura con el fin de “poder tratar a las personas como lo merecen”.
“Cuando regresé y comencé a participar en concursos municipales, donde obtuve menciones y premios, me tomé en serio lo que era el escribir para los demás, poner en papel todo lo que siento, todo lo que me rodea, a mí, en la familia y lo que veo cuando camino por la ciudad”.
A sus anchas atravesó en 2012 La Puerta de Papel, lauro que otorga el Instituto Cubano del Libro a las mejores ediciones del país anualmente, con Yo soy un circo; junto al que guarda múltiples reconocimientos tanto dentro de las fronteras cubanas como en España, México, Chile, Argentina, y finalista en el concurso Lincoln-Martí de Estados Unidos.
“Escribo y me gusta que las personas lean en la intimidad, lo comparto con mis amigos, mi familia, no soy de dar publicidad a mi obra, pero gratifica para un escritor saber que lo que uno hace motiva a otras personas también, y hacen suya la historia que llevaste al papel”.
A 28 años de pertenecer al acorazado grupo de hombres y mujeres que convierten en espada y escudo de la nación su quehacer, previo al Día del trabajador de la cultura le fue otorgado el Premio Provincial de Literatura Por la obra de la vida, reconocimiento a su devenir como escritor y a la labor diaria al frente del Centro de promoción para la cultura literaria Manuel Navarro Luna y su Editorial Orto.
“Me he propuesto tratar de que la literatura alcance el valor que necesita en realidad, que llegue a todos, que todos se interesen por leer un libro, por comentar una obra de teatro, un cuento, una novela; hacer que los escritores se sientan atendidos”.
“El premio de por sí es un compromiso a trabajar mucho más, soy un eterno inconforme; me gustaría aportar mucho más a la cultura manzanillera, hacer cosas que llevaran a la literatura de nuestra ciudad a planos mayores y que se le diera más realce en las letras cubanas a figuras importantes, y en eso estoy encaminando mi función”.
A casi tres décadas de consagración al mundo de las letras, asegura, “siempre estaré al lado de la cultura, al lado de la patria, defendiendo los valores que me inculcaron desde mis padres hasta mis compañeros y agradeciendo a todos los que tuvieron que ver con mi formación estudiantil y literaria”.
Con el arte enraizada en la piel, para Larramendi la cultura ocupa cada espacio, y significa “demostrar que amamos la vida, nuestra Isla, porque Cuba es cultura como lo son nuestras palmas, contemplar un río, caminar por Manzanillo”.
Honra el poeta a la madre del decoro y le aviva como sabia de la libertad.