La paz, 13 nov (Prensa Latina) Los bolivianos enfrentan hoy un futuro incierto tras el derrocamiento por un golpe de Estado del presidente constitucional Evo Morales, lo cual acentúa la polarización entre la mayoritaria población indígena y sectores extremistas de derecha.
En una sesión de la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), Añez recibió el mando residencial interino de manos de los militares y pidió ‘a todos los santos’ sabiduría para encausar el país y preparar elecciones aún por definir, y en las que diversos análisis pronostican que el MAS no sería participe, pese a su victoria en las urnas el 20 de octubre.
La política de Unidad Demócrata (UD) enfrenta un escabroso camino pues hoy se vence el plazo dado por la Central Obrera Boliviana (COB) para que se restablezca la institucionalidad en el país y ella se proclamó presidenta sin cumplir los preceptos constitucionales, aunque algunos análisis dicen que todo fue ‘legal’.
Ante la falta de quórum, Añez buscó el camino de la sucesión, que se basa en el principio y necesidad de inmediatez que tiene el objetivo de evitar el vacío de poder, vacío de poder creado por el golpe y la posterior persecución de los actores políticos vinculados al MAS.
En afán de dar legitimidad a su presidencia, Añez citó el artículo 170 de la Constitución que prevé que son causales de cesación en el desempeño de la función del presidente la muerte, la renuncia, la ausencia o impedimento definitivo y otros.
Tarde en la noche, la nueva presidenta de la nación andina fue reconocida en su cargo por Estados Unidos y Brasil, una combinación de países que presuntamente estuvieron involucrados directa o indirectamente en el golpe, según denuncias aparecidas en medios de prensa.
Añez negó que existiera un golpe de Estado y en una entrevista anoche a CNN acentuó que ‘lo que ha sucedido es una sucesión’ y que ella está ‘ocupando el puesto que le corresponde’.
En ese sentido, tras una reunión con el mando militar, fue reconocida como presidenta de Bolivia.
La senadora de UD llega al poder de forma provisional en un país en convulsión, con los militares en las calles, ocho muertos y cerca de quinientos heridos desde las fallidas elecciones del 20 de octubre, en la peor crisis de la historia reciente de Bolivia.
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