Hablemos hoy del cierre de cuentas en Facebook y Twitter a quienes, como Reinier Duardo, habitual de nuestro podcast, se han especializado en el desmontaje de fake news y campañas mediáticas contra Cuba.
Cuando despedíamos el programa del martes, echaba a andar la maquinaria censora, que sacó definitivamente de esas redes sociales a algunos de los cubanos que más opiniones y seguidores mueven, lo que parece contradictorio con la supuesta autonomía de Meta, que con esa arbitraria medida se comporta como los medios financiados y subordinados a las políticas anticubanas de Washington.
Según Reinier, después del cierre, ha intentado abrir nuevamente una cuenta y sólo recibe negativas automáticas, sin derecho a réplica.
Los pretextos por los que sus cuentas en Facebook y en Twitter fueron censuradas no encuentran asidero en la realidad, lo que ha sido siempre su conducta como internauta: ni ataques personales, ni ofensas groseras, ni amenazas, ni palabras obscenas, todo lo cual abunda y se desborda de los perfiles de los odiadores, algunos de los cuales llaman a la violencia y hasta ofrecen instrucciones para construir armas caseras como los llamados cócteles Molotov y cuyas cuentas permanecen intocadas.
Desmiente nuestro analista que ésta haya sido una medida contra los perfiles sin rostro. El suyo lo tiene. Como lo tiene el de Raúl Capote, director de Granma Internacional, quien habló para nuestro podcast, explicando lo que en su opinión hay detrás de esos cierres.
Capote, quien fuera durante varios años un joven intelectual y académico cubano reclutado por la CIA, que ha contado en numerosos artículos y libros su experiencia sobre los modos de actuar de la agencia norteamericana en su guerra contra Cuba, está convencido de que la medida censora en este momento responde al intento de silenciar las voces que más podrían escucharse desde nuestro país, en vísperas de la discusión de la resolución contra el bloqueo en Naciones Unidas. Y cree que es una prueba de que están perdiendo esa batalla por más que quieran imponer una opinión contraria.
Foto: The Objective
Bárbara Betancourt se refirió en igual sentido a las etiquetas con las que antes amanecieron los medios cubanos, como afiliados al gobierno, con el único propósito de singularizarlos, en un intento de limitar el impacto de sus mensajes, al exponerlos ante el mundo como gestores de propaganda política que los podría descalificar como medios periodísticos. Ya lo hicieron con Rusia, ante el conflicto con Ucrania: primero cerraron sus canales internacionales y después basta que alguien trate de explicar el activo e interesado papel de EE.UU. en el conflicto, para que lo etiqueten como afiliado al gobierno de Rusia. Eso, en el manual que dicta Washington significa que no hay objetividad posible. Una objetividad que los censores no practican.
Como diría Galeano: este es el mundo al revés. Los que viven haciendo listas para descalificar a otros países, deberían estar encabezándolas. Si hay una de la censura, ya conquistaron el primer puesto.
Como ese poder censor no puede alcanzar a nuestros medios tradicionales, elegimos cerrar el podcast con un pequeño fragmento de un duro reportaje realizado por colegas mexicanos sobre la epidemia de fentanilo en Filadelfia y California, ciudades antes deslumbrantes, que hoy exhiben una miseria incompatible con el discurso de la prosperidad capitalista. Por sus calles de menos tráfico, ahora mismo deambulan, como zombies enajenados miles de ciudadanos, la mayoría jóvenes, que un día fueron privilegiados habitantes de esas vitrinas del sueño americano.
Con el tema seguiremos Chapeando.