
Cuando el 11 de marzo -hace justamente siete meses- aparecieron los primeros casos de la COVID-19 en Cuba, jamás imaginamos que una epidemia se prolongaría tanto en el tiempo, rompiendo nuestra cotidianeidad, nuestras metas, nuestros sueños….
Los cubanos, caracterizados por ser muy expresivos, tuvimos que posponer los besos y los abrazos como un acto de verdadera responsabilidad para cuidarnos entre todos. Nos enfrentamos, entonces, a una de las batallas más duras de todos los tiempos…
El gobierno, con su sistema de Salud pública, las organizaciones, las instituciones y todo un pueblo han sabido enfrentar una enfermedad que en el mundo aún no se ha logrado detener; lo que nos coloca en mejores condiciones para avanzar hacia una etapa de nueva normalidad, que nos permita seguir impulsando la economía y el desarrollo social.
La amenaza del nuevo coronavirus seguirá estando presente, así que como nunca antes será fundamental la responsabilidad individual y colectiva, la prevención y el control epidemiológico. Esta etapa que se inicia en la mayoría de los territorios del país, impone nuevos requerimientos y desafíos.

Después de contener el rebrote de la epidemia, los cubanos estamos llamados a un nuevo aprendizaje y a proponernos un nuevo modelo de vida; porque, ciertamente, debemos ir reanimando nuestra actividad económica y social, ir fortaleciendo nuestros protocolos e ir aspirando a esa nueva normalidad en la cual es posible convivir con la enfermedad con un mínimo de riesgo.
La disciplina deberá ser nuestra compañía inseparable. Nuestras vidas y el rimo de Cuba deberán continuar sin miedos, con optimismo, y la certeza de que finalmente venceremos la difícil batalla contra un enemigo silencioso y letal.
Un país espera y confía en nosotros, para seguir construyéndolo entre todos.