Aunque la cooperativa no agropecuaria La Concha tiene un amplio salón encristalado, casi ningún cliente puede observar cuánto se esconde detrás del buen servicio y la exquisita comida. Ante la ausencia de una empresa dispuesta a reparar el inmueble, no existe más solución que maquillar lo feo o cerrar el negocio.
Esa es la realidad que a diario viven cada una de las ocho cooperativas no agropecuarias habilitadas en Villa Clara, aunque bien pudieran ser el reflejo de otras existentes en el país. Tanto por burocracia, temor o falta de capacitación sobre las actuales normativas, las trabas para relacionarse con entidades estatales representan uno de los principales problemas para la nueva forma de gestión.
Surgidas hace cinco años como una de las novedades en la actualización del modelo económico y social cubano, estas entidades ganan espacio en el panorama nacional y representan un buen acompañamiento para la Empresa Estatal Socialista. Sin embargo, todavía restan elementos por mejorar para que el experimento aumente sus frutos, y a tono con la nueva Constitución, pase a ser realidad fehaciente.
Proveedores, contratos y burocracia: Un escenario por mejorar
Con casi 300 socios y un ingreso superior a 76 millones de pesos al cierre de 2018, las cooperativas de Villa Clara se vinculan a actividades tan diversas como la gastronomía, la comercialización de aves, la recogida de materias primas, los servicios contables o la producción de clavos para herrar. Cualquiera pensaría que tal variedad les deja problemáticas distintas. Sin embargo, una palabra es común para todas ellas: los proveedores.
Bien la conoce Roberto Suárez Aguiar, administrador de La Concha y el encargado de la logística en uno de los restaurantes más concurridos de Santa Clara. Mientras enseña las necesidades de reparación en la cocina o el bar, se cuestiona por qué si la cooperativa tiene dinero para pagar, no encuentran una empresa dispuesta a asumir los trabajos de mantenimiento.
“Cualquier lugar necesita reparaciones cada cierto tiempo. Nosotros necesitamos impermeabilizar el techo, pero nadie nos quiere prestar el servicio. Nada más los proveedores escuchan la palabra cooperativa y enseguida comienzan las trabas. Cuando llegue la época de lluvia quizás tengamos que cerrar”, lamenta.
A su lado, Elizabeth Zúñiga Bisáñez lo escucha con atención y aprueba cada palabra. Desde que en 2014 los socios fundadores arrendaron el local a la Empresa Extrahotelera Palmares y el negocio comenzó a funcionar como una cooperativa no agropecuaria, ella se encarga de gestionar la economía. Cuando habla es evidente que vivió las alegrías y los sinsabores del proceso.
“Tenemos buena salud financiera y podemos invertir para mejorar el negocio. No obstante, desde una tubería para agua, un juego de platos o una puerta para el salón, todo se nos complica. Muchos proveedores nos dicen que no hay disponibilidad o que lo deben consultar con su Organización Superior de Dirección Empresarial (OSDE), pero otros ni siquiera responden. Ahora mismo tenemos una reserva de casi tres millones de pesos destinados al mantenimiento, pero está inutilizada porque nadie nos presta el servicio”, lamenta.
Según dice la experimentada económica, La Concha adquiere a través de Palmares los productos para la venta, así como instrumentos de limpieza y otros materiales desechables. Sin embargo, esa entidad no le puede vender pintura, nylon retractilado para el servicio de meriendas o equipos de refrigeración, esenciales también para mantener operativo el negocio.
“El Ministerio de Turismo tampoco nos facilita esos productos. Lo increíble es que aun siendo un restaurante, ni siquiera logramos comprar platos, cubiertos o copas. Solo una vez en cinco años nos dieron la oportunidad, pero cualquiera que maneje un negocio abierto todos los días sabe que no es suficiente. Cuando necesitamos las dotaciones para el salón vamos a las tiendas minoristas”, apunta.
Otro que tampoco entiende por qué es tan difícil que algunas empresas estatales vean a las cooperativas como un actor más dentro de la economía cubana es Luis Berrío Fleites, Presidente de la Cooperativa de Contadores Dr. Enrique Arnaldo Rodríguez Coromina. Aunque su trabajo es mucho menos visible, tiene casi los mismos problemas que La Concha.
“Parte de nuestro servicio es dejar impreso el resultado de las auditorías o los balances contables. El país llama constantemente a elevar el control interno y necesitamos dejar un valioso material auditable. Sin embargo, muchas veces no tenemos el papel para hacerlo, porque los suministradores prefieren no relacionarse con nosotros o demoran en exceso los trámites”, explica.
De hecho, hace año y medio intentan materializar un contrato con Almacenes Universales para adquirir material de oficina. Según explica Berrío Fleites, en todo ese tiempo las demoras surgieron por problemas con las firmas, dictámenes de abogados o cambios en las proformas. Hace pocos días entregaron nuevamente los documentos y esperan tener mejor suerte.
“A veces la demanda supera a la oferta de algunos proveedores y eso lo entendemos. Solo aspiramos a convertirnos en un cliente más, pero la lentitud en el proceso no lo permite. Como el negocio no puede parar, buscamos los recursos con algún trabajador por cuenta propia o en el mercado minorista. Casi siempre son los mismos que existen en algunas empresas y no podemos comprar”, agrega.
En esa ecuación, Berrío Fleites no pasa por alto que adquirir recursos en las tiendas minoristas implica un acaparamiento de ciertas mercancías. No obstante, de momento significa su única opción ante la ausencia de un mercado mayorista capaz de satisfacer las necesidades del sector.
Para Tamara Darias García, delegada al XXI Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba y Administradora de la Cooperativa Clavos para Herrar Los Jiménez, el gran problema no radica esencialmente en la disponibilidad de recursos. Según dice, la principal limitante está en los mecanismos burocráticos que subsisten en la relación entre una empresa estatal y una cooperativa. Su opinión es quizás una de las más esclarecedoras.
“Trabajamos con unas prensas arrendadas que hace años estaban obsoletas. Las recuperamos y producimos con ellas. Ahora podemos crecer en nuestras entregas y ya tenemos identificadas otras máquinas inutilizadas en fábricas del país, pero la falta de comunicación entre las entidades dueñas de los equipos y sus organismos superiores no nos permite adquirirlas”, comenta.
Mientras la cooperativa administrada por Tamara espera un desenlace a su favor, el país continúa importando clavos para herrar. Solo los 55 mil juegos de clavos planificados por Los Jiménez para este 2019 significan un ahorro de alrededor de 600 mil pesos. La cifra pudiera aumentar si el pequeño grupo de trabajadores utilizara también las maquinarias paradas en otros lugares.
¿Qué dicen las empresas?
Apenas basta recorrer varias empresas con representación en Santa Clara para identificar un panorama contradictorio. De un lado, varias de ellas sostienen fluidas relaciones comerciales con las cooperativas; del otro, aparece la burocracia y el temor camuflados de cautela. Y en esa segmentación surge la primera gran pregunta: ¿Por qué existen diferentes formas de interpretar una legislación homogénea para todo el país?
Según el artículo 8 del Decreto-Ley No. 305 del Consejo de Estado, las entidades estatales pueden vender a las cooperativas equipos, medios, implementos u otros bienes muebles. Hasta ahora ese es el texto encargado de regular la creación, funcionamiento y extinción de las cooperativas no agropecuarias.
Asimismo, en una de sus Disposiciones Especiales el documento aclara que no cambian las relaciones económicas y contractuales entre las nuevas formas de gestión y las empresas. Entonces surge otro cuestionamiento: ¿Por qué algunos proveedores demoran en prestar a la cooperativa el mismo servicio que antes le brindaban al organismo estatal?
SEGUNDA: Las entidades que actualmente suministran insumos o prestan servicios para actividades económicas que se decida gestionar de forma cooperativa, continuarán suministrándolos o prestándolos mediante contratos, de acuerdo con la política comercial y de precios sin subsidios establecida, hasta tanto se desarrollen otros mercados o fuentes de suministros o servicios, siempre que la economía lo permita.
Finalmente, el otro gran elemento imprescindible para entender el contexto económico de las cooperativas es la Resolución No. 61 del Ministerio de Comercio Interior, dictada en mayo de 2016 y que permite la compra de insumos directamente a las entidades productoras y empresas mayoristas.
Aunque todavía esos organismos deben cumplir sus compromisos y priorizar a los clientes fundamentales, indudablemente la medida significó una bocanada de aire y otro paso hacia la consolidación de las cooperativas cubanas.
Aun así, Nitza Domínguez Ruano, Directora Económica de la Empresa de Aprovechamiento Hidráulico de Villa Clara, encuentra una cierta lógica en la desconfianza hacia un sector relativamente nuevo en el país. No obstante, fija en el cumplimiento de los mecanismos de control económico el principal argumento para romper los temores.
“En varias ocasiones recibimos servicios de cooperativas. Elaboramos el contrato, lo sometemos al comité de contratación y si todo está en regla seguimos adelante. Es un proceso común en la relación entre entidades económicas. Ellas aparecieron en nuestra realidad y no hay que tenerles recelo”, asegura.
Un criterio similar lo sostiene Miguel Ángel Torres, Jefe de Aseguramiento de la División Territorial de RadioCuba en Villa Clara. Para él, la clave radica en el respeto a los contratos y la confianza ganada a partir de la calidad en la prestación de los servicios.
“Nuestros vínculos son esencialmente con cooperativas dedicadas a la gastronomía, pero hasta ahora no tenemos quejas. Aunque ellos fijan los precios a partir de la oferta y la demanda, siempre existe un margen para discutirlos de acuerdo a nuestras necesidades o capacidad de pago. Una vez firmado el contrato, es inviolable y todo funciona”, comenta.
Sin embargo, no en todas las oficinas piensan como Nitza o Miguel Ángel. De acuerdo a una fuente de la Delegación Provincial del MINTUR en Villa Clara, la imposibilidad de facilitar la compra de platos, cubiertos y manteles para La Concha, por ejemplo, está dada porque Cuba importa esos insumos y en su esquema de distribución el MINTUR prioriza a los hoteles y otras entidades estatales.
Asimismo, Enrique Arencibia, Subdirector de Capacitación Humana y Perfeccionamiento Empresarial del Grupo Extrahotelero Palmares, piensa que todavía falta por definir un mecanismo intermediario entre las cooperativas y los proveedores.
Aunque ambos criterios incluyen argumentos de valor, llama la atención que ninguno responde a otra pregunta esencial: ¿Qué sucede cuando no se trata de productos de importación, sino de lentitud en los procesos contractuales, ineficiencia o falta de actualización para implementar las normas sobre las relaciones con la nueva forma de gestión?
Para el profesor Alberto Averoff Casamayor, Presidente de la Sociedad Científica sobre Cooperativismo, adscrita a la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, la respuesta no parece muy complicada: incomprensión.
De acuerdo al veterano investigador, analizar el funcionamiento de las cooperativas no agropecuarias implica separar las limitaciones de recursos que sufre la economía cubana de los dogmas burocráticos que impiden una mejor administración de los insumos existentes en país.
Para él, allí radica la causa de que Los Jiménez no puedan arrendar maquinarias inutilizadas en otros talleres del país, o de que a otras cooperativas como La legua o El aborigen les resulte tan difícil encontrar proveedores estatales para mejorar su imagen o sus condiciones de trabajo.
“Las personas no acaban de entender cuáles son las esencias del cooperativismo y muchas veces lo asumen como algo negativo o una desviación del Socialismo. En realidad es una gran ayuda, porque mientras se desarrolla obliga a las empresas del sector estatal a ganar en eficiencia y competitividad. No en vano la nueva Constitución reconoce a las cooperativas como una forma de propiedad. Es necesario preservarlas y quitar las trabas que complejizan su existencia”, apunta.
Son cuestiones repetidas en cada una de las cooperativas de Villa Clara. Cada una con sus objetivos y peculiaridades, encuentran escollos similares a la hora de proyectar su gestión. Entonces, mientras la economía nacional enfrenta problemas con la disponibilidad de recursos, vuelve a ser la eficiencia y la planificación exacta el mejor remedio para salir airosos.
Pasos hacia el futuro
Aunque todavía falta mucho camino por recorrer y el tema de las relaciones entre las cooperativas y las empresas estatales es ahora mismo uno de los más candentes, Luis Berrío reconoce avances un pos de normalizar los contactos entre ambos sectores. Para conseguir esa unión, sin embargo, no basta solo la voluntad o las exigencias sin fundamento.
Esa realidad la comprendieron hace mucho tiempo los socios de Los Jiménez, pioneros en la utilización de sistemas de gestión de la calidad. Así, desde noviembre de 2018 la cooperativa trabaja para implementar la norma cubana ISO 9001, y con ella legitimar una parte esencial de su producción.
Junto a ese ejemplo, la certificación de los procedimientos contables, de los productos y servicios, así como sobre la inocuidad de los alimentos o el cuidado del medio ambiente, representan otros pasos necesarios para fortalecer cada cooperativa. A fin de cuentas, si no documentan en la práctica su eficiencia, rigor contable o respeto por los clientes, pocas opciones tienen de pedir un reconocimiento por parte del resto de las entidades económicas.
Para apoyar en ese y en otros objetivos, la Dirección Provincial de Economía y Planificación en Villa Clara fundó el Grupo de Atención a las cooperativas no agropecuarias. Allí confluyen las empresas, organismos arrendadores como Palmares o las Unidades Empresariales de Base, junto a instituciones como la ONAT, el Ministerio de Seguridad Social o el Banco Central de Cuba.
De acuerdo a Cristina Mendiondo Roig, Sudirectora Provincial de Economía y Planificación, el propósito radica en acercar posturas y buscar las mejores vías para solucionar los problemas entre cada entidad. En un contexto de complejidades económicas y llamados a la eficiencia, ese es un objetivo esencial tanto para cooperativistas como para empresarios.
“Buscamos preparar tanto a las cooperativas como a las entidades estatales, porque si algo descubrimos es que falta capacitación para interpretar sin tabúes la legislación vigente. También pretendemos apoyar en el posicionamiento de productos o servicios y ganar en competitividad, y para eso debe elevarse la coordinación, la planificación y el estudio de los impactos económicos. La meta es integrar a las cooperativas a los flujos económicos del territorio”, explica.
En esos esfuerzos juega un papel decisivo el Consejo de la Administración Provincial, a la postre uno de los más interesados en el óptimo funcionamiento de las cooperativas no agropecuarias. Según explica Leonardo Barreto García, el Vicepresidente encargado de la economía, las principales dificultades existen en la diversidad de normas internas de cada Ministerio para entablar relaciones económicas con otras formas de gestión.
“Desde el Consejo de la Administración reconocemos el impacto positivo de las cooperativas. Incluso dentro de la proyección de nuestras proyecciones las tenemos en cuenta, porque deben jugar un papel más importante, sobre todo para los territorios. Ahora que la nueva Constitución fortalece el rol de la autonomía municipal, cada lugar deberá estudiar mejor sus fortalezas económicas y allí las cooperativas pueden aportar mucho”, comenta.
Son sabias iniciativas para fomentar el desarrollo de un sector llamado a crecer en beneficio del pueblo. Mientras queda por trabajar en otros elementos como la política de precios, el control económico, el beneficio de la seguridad social o un aumento en la calidad y la estética de algunos productos y establecimientos, solucionar problemas de mentalidad y burocracia parece ser un buen inicio.
En el actual escenario cubano, las cooperativas representan la forma más colectiva de gestión no estatal de la economía. Y esa es quizás la principal razón para cuidarlas y proyectarlas con inteligencia. Si el país aspira a incrementarlas y consolidarlas en el tiempo, entonces un reto fundamental implica sobrepasar las trabas vistas hasta ahora y llevar a más cooperativas hacia los esquemas productivos de la nación.