En las hojas de los libros Luisa Fernández Escalona encuentra vida, porque como asegura «son una fuente eterna de sabiduría, una mezcla de lo conocido y lo desconocido de la que todos debemos beber». Entre ellas la encontrarás siempre, al entrar al reino de viejos y nuevos amigos que guardan en sus ilustraciones y líneas todo el conocimiento del mundo.
No sorprende abrir las puertas de la biblioteca municipal Antonio Maceo de la ciudad de Manzanillo y verla sumergida entre las páginas, a sus dedos recorriendo con destreza los catálogos, adentrada en el manjar que emerge de los cerca de 10 mil ejemplares atesorados en los estantes de la sala general del centro cultural y educativo por excelencia.
«Estoy convencida que el libro no morirá. Pese a los adelantos tecnológicos, a la existencia de computadoras, teléfonos inteligentes, tablets, internet, a diario surgen nuevos escritores y llegan sus obras; y nada se compara con la experiencia de tomar estas entre las manos, leer y adentrarse en la historia de vida que cuentan desde la prosa, el verso, sin importar géneros o autores; leer y sentir la magia que enseña, educa, orienta, ennoblece».
Así asevera esta bibliotecaria con 12 años de hacer desde su profesión de letras. Quien movida por el deseo de superación decidió «pasar el curso de bibliotecología, sin menospreciar mi desempeño anterior como auxiliar pedagógica en las enseñanzas especial, preescolar y primaria».
«Tras dos años de estudio en la antigua Formadora de maestros me gradué como técnica en Gestión de la información y desde entonces los libros me acompañan a toda hora, dentro y fuera de la institución. En mi casa, como dice mi hija mayor: no falta el libro bajo mi almohada».
Se confiesa amante de la obra de José Martí. «Al ideario del Apóstol acudo constantemente por eso diría que no puedo dejar de utilizar esa riqueza puesta a disposición de todos en el Diccionario del pensamiento martiano indispensable para guiarnos hoy y siempre».
«Aunque igualmente repaso el género novelas, la ficción, la literatura infantil de la poetisa Nersys Felipe Herrera, la de la historiadora Olga Portuondo Zúñiga a quien tuve el honor de conocer por su participación en la Jornada dedicada a Manuel Navarro Luna en el año 2017».
«Siempre cada nuevo título que llega pasa por mis manos, los leo para conocer los contenidos y con precisión orientar la búsqueda de los usuarios de la biblioteca, encontrar con rapidez los textos y responder a las necesidades del lector ávido de información, que es nuestra máxima diaria».
Con respeto y amabilidad está presta a la ayuda, sugiere títulos, autores, escudriña las colecciones en la estantería, selecciona el ejemplar y lo entrega a quienes buscan de sus saberes.
«La lectura es apasionante y a través de ella se desarrolla el lenguaje, gracias al descubrimiento de palabras que una vez incorporadas al vocabulario perfeccionan la expresión oral, la ortografía, y se descubre el Universo. Por eso cumplo con satisfacción esta tarea como bibliotecaria para seguir extendiendo por generaciones el valor del libro».
«Con los más pequeños, desde narraciones de cuentos infantiles, mostrándoles la enseñanza y moraleja dejada por el autor; con el resto del público, desde la charla literaria, la presentación y promoción de los contenidos de cada obra, la sugerencia oportuna cuando llegan buscando algo para leer solo para entretenerse o si necesitan algo específico».
«En lo personal, crezco a diario entre las páginas y el saber; y traté de inculcarlo a mis dos hijas aunque sólo Dianelis, la mayor, se volvió amante de los escritos y junto a mí leía cada cosa nueva que llegaba, y a ello agradezco su manera de pensar diferente, su modo de expresarse, de llegar, su forma de dirigirse ante la vida descubierta en parte en las historias de los libros».
Aquel que a su decir «siempre anda paseando», Mujeres en la cervecera, de María Liliana Celorio Zaragoza, es una de las últimas lecturas: “indiscutiblemente impactante por su realismo y aliento poético contado en los relatos de esas féminas independientes, que mereció el Premio Nacional de la Crítica Literaria 2004”.
Otras, devoradas recientemente son Los pasos recobrados: ensayos de teoría y crítica, Razón de ser y El recurso del método, rubricados por Alejo Carpentier.
También, «algunos de cocina cubana que me animan a probar las recetas». Todos, de una forma u otra engrandecen su intuición y sus competencias como profesional y humana, le ayudan a sentirse como en casa o «mejor que en ella» mientras se interna en el placer intelectual que suscitan los volúmenes de la Biblioteca.
De tal forma y desde ese espacio, honra ella y sus 21 compañeras y compañeros al Padre de la bibliografía cubana, Antonio Bachiller y Morales, nacido el siete de junio de 1812 en La Habana, y por quien fue escogido el día para homenajear a los bibliotecarios cubanos.
A su medio centenar de años de existencia, Luisa Fernández Escalona incentiva a sumergirse en el mar de discernimientos que en la literatura subyace. Junto a ella abre puertas a la inteligencia y la conciecia de chicos, jóvenes y adultos, y se impone a sí misma el reto a «aprender más, seguir conociendo y creciendo desde los libros, siempre desde mi profesión como bibliotecaria y desde los libros».