‘La simplicidad del fraseo y demás no se presta a ningún tipo de matiz o precisión que uno esperaría que sea utilizado por nuestra comunidad diplomática’, dijo David Carment, profesor en la Escuela de Relaciones Internacionales Norman Paterson (Norman Paterson School of International Affairs), de Ottawa.
Carment argumentó que el texto que provocó este alboroto político, enviado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Canadá, es un ejemplo de los peligros de la diplomacia de Twitter.
Por su parte, el exdiplomático Roderick Bell, quien fue embajador en Arabia Saudita, dijo que está consternado por el uso de Twitter para llevar a cabo la política exterior.
Afirmó que el servicio de microblogging ‘simplemente se presta para enviar declaraciones imprudentes sin pensarlo’, porque el medio en sí mismo no es un lugar apropiado para que el gobierno comunique mensajes importantes.
Pero nadie es tan activo en la diplomacia de Twitter como el presidente estadounidense, Donald Trump, cuyos tuits sobre líderes extranjeros a veces han conmocionado a los analistas y observadores políticos, advierten.
‘Creo que en el caso de Trump hemos visto una clara evidencia de cómo las palabras que se eligen incorrectamente no solo pueden crear mucha confusión, sino también cierta preocupación entre los aliados y los llamados adversarios, solo por su falta de claridad’, subrayó Carment.
Sin embargo, Trudeau, defiende el empleo de Twitter en las relaciones exteriores. Ayer comentó que en el mundo de hoy hay una amplia gama de herramientas de comunicación disponibles para compartir mensajes y hacer declaraciones, y que su administración continuará utilizándolos todos.
El inflamable tuit de la disputa, lo escribió la ministra de Asuntos Exteriores Chrystia Freeland el pasado día 2, cuando aseguró que Canadá estaba profundamente preocupado por hechos que consideraba violaciones de los derechos humanos en la nación árabe.
Ello fue suficiente para que la cancillería de Riad reaccionara y calificara la crítica de ser ‘una afrenta al reino que requiere de una fuerte respuesta para evitar que cualquier parte intente interferir en la soberanía saudita’.
A partir de ahí comenzó a subir la tensión. La víspera el primer ministro, Justin Trudeau, dejó fuera la posibilidad de pedir disculpas a Riad, mientras del otro lado se anunciaban un conjunto de sanciones como la venta de los activos sauditas en Canadá y el dejar de comprar trigo y cebada de Ottawa.
Le antecedieron a esas medidas la expulsión en un plazo de 24 horas del embajador de Canadá en Riad; una congelación de ‘todas las nuevas transacciones comerciales y de inversión’ entre los dos países; así como la suspensión de los vuelos de Saudi Arabian Airlines desde y hacia Toronto a partir del 13 de agosto.
Al mismo tiempo, se emitió una orden para que los estudiantes del país del Medio Oriente abandonen las escuelas y universidades canadienses, y el traslado de todos los ciudadanos sauditas que recibían aquí tratamientos médicos en hospitales.
La incertidumbre ronda alrededor del futuro de un jugoso contrato con el que Canadá suministraría vehículos blindados de combate a Arabia Saudita.
El convenio militar -que data de 2014, pero fue ratificado con la llegada de Trudeau al poder un año después- tiene un monto aproximado de 15 mil millones de dólares estadounidenses, el acuerdo de producción más grande en la historia nacional.
Reportes de prensa dan cuenta casi el 10 por ciento de las importaciones de crudo de Canadá provienen de Arabia Saudita y que el comercio bilateral alcanzó los tres mil millones de dólares en 2016.
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