Cuba, una dama que ríe y dignifica

Foto: Tomada de UHo
Foto: Tomada de UHo

Agosto tiene jornadas memorables, las tiene para el homenaje y el reconocimiento. Hay rostros de mujer cubana en estas fechas, que recuerdan la fundación oportuna e indispensable de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

El nuevo aniversario llega y encuentra a nuestras federadas inmersas en ese compromiso mayúsculo que se llama Cuba, y en ese desafío extraordinario y permanente que se llama Revolución.

Desde la cotidianidad compleja y retadora, las vemos con la cabeza en alto y el brillo en la mirada.

No como reflejo acuoso que aflora con las lágrimas, luego de alguna pena del alma o del cuerpo, sino como destello firme que viene con las luces que da la dignidad, y con la firmeza surgida de una estirpe que nació con Mariana, y que ha nutrido a tantas heroínas inolvidables a lo largo de la historia.

Aquí están, con esas manos, que aprendieron a defender conquistas, superando siglos de ofrenda servil.

Su sola presencia en cada trinchera es razón suficiente para tener la certeza de que «Sí, se puede», de que no hay espacio para rendiciones o retrocesos.

De ellas aprendemos con mayor claridad el significado de la palabra constancia, y si alguna vez nos faltaran las fuerzas para seguir luchando, bastaría con mirar a nuestro lado y descubrir todo lo que la mujer cubana es capaz de hacer en medio de carencias de cualquier naturaleza.

Para suerte de un país que tanto las necesita, su presencia se ha multiplicado. Muchas reciben esta fecha fundacional con el blanco uniforme de la Salud, para irse a cientos de hospitales, donde la lucha por la vida tiene en ellas la combinación perfecta de talento, amor y profesionalidad.

Decenas amanecerán en silenciosos laboratorios, en los que se hace ciencia y se forja el futuro.

Otras, vigilantes y alertas, estarán en las trincheras imprescindibles de la tranquilidad ciudadana, preservando una paz siempre amenazada por el imperio.

Millares verán nacer el sol desde la humedad mañanera de los campos, en afanoso esfuerzo para multiplicar los alimentos que el pueblo demanda, o en las aulas como evangelios vivos.

Las habrá dignificando la cultura o manteniendo sus músculos activos para futuras medallas. Muchas, desde el hogar, demostrarán que todo aporte es válido.

Así andarán ellas, sin que ninguna llore por el hijo secuestrado, por el muchacho que no creció por falta de vacunas, por el temor a quedar sin empleo.

No llevarán el estigma triste de los excluidos, porque sus derechos son escuchados y respetados. Las veremos con la mirada en alto y sin la sombra que alguna vez las apartó de la luz, cuando no había llegado aquel Enero que lo cambió todo.

Cuando rompa el alba  de este día cargado de remembranzas, del recuerdo imborrable de Vilma, Cuba se vestirá de mujer y se adornará con la sonrisa fresca, como dama rebelde en forma de Caimán, sabiendo que hay aún mucho por hacer para que esa igualdad, plena y necesaria, no tenga grietas por las que se filtre el maltrato intolerable, el menosprecio inmerecido o la mínima oportunidad para que algo dañe esa obra inmensa que la Revolución ha levantado, poniendo en lo alto de cada empeño la sonrisa, la fuerza y la inteligencia de nuestras mujeres.

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