Otro primer lunes de septiembre volverá a registrar el entusiasmo de la familia manzanillera y cubana en un retorno atípico del curso escolar, víctima como todo lo que nos rodea del impacto de la COVID-19.
En circunstancias de aislamiento en casa, para evitar contagios, vuelven las letras y los números a saciar la sed de conocimientos de niños y jóvenes, cuyas vacaciones han sido al extremo largas y sometidas a un riguroso distanciamiento que hizo prescindir de paseos, viajes, fiestas, playas, piscinas, abrazos, para dar prioridad a la vida.
Este seis de septiembre no habrá bullicio infantil en las aulas, ni las pizarras se llenarán de los trazos de las tizas, ni brillarán las sonrisas de maestros y maestras por el retorno junto a sus segundos hijos; pero los libros y libretas sí estarán felices cuando vuelvan a sentir el calor de las manos tiernas en busca del profundo mar de sabiduría que atesoran unos y los lápices dejen las huellas de lo aprendido en las otras.
Las pantallas de los televisores de cada hogar y los maestros en ellas serán los que primeramente, junto a quienes acompañen a los más pequeños, transmitirán las nociones básicas para preparar el camino de la presencialidad añorada.
Detrás del teléfono y las redes sociales estarán los profes asesorando al alumno tras cada teleclase para que sean menos las dudas cuando se produzca el encuentro en los centros, silentes hoy, pero que revivirán con el color de los uniformes y el canto alegre del saber infantil de forma escalonada, según prevé la máxima dirección de las Educaciones General y Superior.
Aunque las escuelas no han permanecido del todo en soledad, pues muchas de ellas guardarán en su historia por siempre el acto esperanzador de una Abdala que salva, adentrándose en los cuerpos de embarazadas, adultos mayores y universo pediátrico; justo sus aulas son testigos del esfuerzo del país y su sistema de salud para sanar.
Como han sido siempre partícipes del sagrado empeño para hacer de nuestras jóvenes generaciones hombres y mujeres elocuentes y sinceros, personas de bien, dignos herederos de la Patria.
El aprendizaje tendrá ahora implícito el cuidado extremo ante la amenaza de un virus mortal, que si bien conlleva la disciplina y la responsabilidad con las medidas higiénico-sanitarias no puede seguir frenando la tan necesaria instrucción de nuestros hijos, ni retardando el curso habitual de su crecimiento académico.
A pesar de la sabia decisión del reencuentro uniformado una vez concluida la inmunización con las vacunas cubanas contra la COVID-19, la realidad exige también de la consagración de padres, familias, docentes y alumnos para acabar con las vulnerabilidades desde la exigencia y el rigor del autocuidado.
Nuevamente septiembre esparce la fragancia del estudio como fuente de cultura y desarrollo intelectual, aun desprovisto de la acostumbrada algarabía pauta la reanudación de la fiesta del saber que también salva.