Defender la patria es un derecho y un deber refrendado por nuestra ley de leyes

El 11 de julio de 2021 la mayoría de los medios de prensa del mundo reflejaba el «estado de caos» existente en Cuba y las «protestas cívicas» del «pueblo» contra el Gobierno revolucionario. Las horas del socialismo, según ellos, «estaban contadas en la Isla».

Nunca antes alcanzó tal magnitud la manipulación de la verdad. La coordinación de la prensa corporativa en su accionar contra un país «enemigo de EE. UU.» rompió todos los récords. La vergüenza y la ética quedaron guardadas «hasta nuevo aviso» en los bolsillos profundos de los que se creen dueños del mundo.

Como corresponde a una trama bien urdida, todo comenzó mucho antes. Durante los últimos días de junio de 2021 se incrementó con fuerza, en las redes sociales, articulada con los medios digitales contrarrevolucionarios, la campaña de miedo y satanización contra la Revolución Cubana.

El Grupo Operativo de Internet creado en febrero de 2018 sincronizó el arsenal de medios, sitios y sicarios digitales creados o comprados para generar el caos, la incertidumbre y el miedo en la población de la Mayor de las Antillas.

Los acontecimientos del 11 de julio formaban parte de un plan mayor de la Casa Blanca, que incluía pasar a acciones más severas contra Cuba, luego del «fracaso», proclamado por la ultraderecha, de la política seguida por Barack Obama.

Se trataba de una verdadera terapia de shock dirigida a desalentar cualquier resolución de resistencia y a quebrar la fe de los cubanos.

Parte importante del plan era comenzar a «calentar la calle» –como indica con absoluta precisión el manual de Gene Sharp– con acciones como las ocurridas en el barrio de San Isidro, o como las provocaciones frente al Ministerio de Cultura y otras instituciones.

Según los cálculos de los autores y patrocinadores, todo estaba listo: con los millones destinados para la subversión pagaron a mercenarios, cibersicarios y delincuentes, e intentaron repetir el guion de Irán y de Bolivia en 2019, se lanzaron a las calles a destruir, a provocar, a fabricar el pretexto que justificara la acción mayor, la intervención «humanitaria» del ejército estadounidense.

Apenas comenzaron las acciones, los «manifestantes» recibieron apoyo público y notorio de legisladores estadounidenses, de operadores políticos de la mafia anticubana y de medios de comunicación.

Fueron acciones tramadas y pagadas desde Washington, que contaron con alta tecnología. Los contrarrevolucionarios actuaron aprovechando el descontento causado por los apagones, la escasez y el temor ante el incremento de los casos de la COVID-19.

La respuesta no se hizo esperar. Como en tantas ocasiones en que la Patria necesitó de sus hijos e hijas, los revolucionarios, en uso del derecho y del deber establecido por nuestra Constitución, siguiendo la tradición histórica de la nación, salieron a defender la Revolución a todo lo largo y ancho de nuestro país, y derrotaron la intentona contrarrevolucionaria.

DEFENDER A CUBA Y SU REVOLUCIÓN ES UN DERECHO, UN DEBER Y UNA TRADICIÓN

Como establece nuestra Carta Magna vigente, aprobada por el 86,85 % de los votantes, los cubanos y cubanas tienen el derecho «de combatir por todos los medios, incluyendo la lucha armada, cuando no fuera posible otro recurso, contra cualquiera que intente derribar el orden político, social y económico establecido por esta Constitución».

El artículo 4 estipula que «la defensa de la Patria socialista es el más grande honor y el deber supremo de cada cubano y la traición a la patria es el más grave de los crímenes, quien la comete está sujeto a las más severas sanciones».

A la vez, el Artículo 90, sobre el ejercicio de los derechos y libertades previstos en esta Constitución, dispone el deber de servir y defender la patria.

Nuestros ciudadanos, amparados en el derecho, salieron a cumplir con el deber de defender su tierra.

En nuestro país, «el ejercicio de los derechos de las personas solo está limitado por los derechos de los demás, la seguridad colectiva, el bienestar general, el respeto al orden público, a la Constitución y a las leyes», dice el Artículo 45 de la Carta Magna.

Los convocantes y organizadores de las «manifestaciones» reconocieron abiertamente el financiamiento del Gobierno de Estados Unidos para subvertir el orden constitucional en la Isla; actuaron, seguros del éxito del plan yanqui, como sucedió a sus adláteres de Girón, con absoluta impudicia.

Intentaron tomar por la fuerza instituciones del pueblo, unidades de la Policía Nacional Revolucionaria, saquearon tiendas, lanzaron cocteles molotov, apedrearon hospitales, entre ellos un hospital infantil, etc., y todo eso no por indignación o como gesto de protesta, sino con el manifiesto propósito de generar el caos y propiciar la intervención foránea.

Obrar en interés de una potencia extranjera y poner en riesgo la soberanía y la integridad de la nación, es anticonstitucional, es ilegítimo e inmoral.

SOLO UNA REVOLUCIÓN DEL PUEBLO PUEDE ARMAR AL PUEBLO

La Revolución Cubana no surgió fruto de una imposición externa, no fue obra de las circunstancias ni del azar. Hija de la «cultura y de las ideas», nació como resultado del devenir histórico de la nación, su simiente es profundamente popular, humanista y antimperialista.

Sus hijos e hijas la viven y la defienden porque forma parte de ellos mismos. Desde la resistencia indígena, las rebeliones de esclavos, las guerras de independencia, el Moncada, la Sierra, se entreteje esa raíz.

En el discurso pronunciado por Fidel, con motivo del aniversario 26 del desembarco de la expedición del yate Granma, el 11 de diciembre de 1982, el Comandante en Jefe expresó: «Desde los primeros instantes vimos con claridad la necesidad de incorporar al pueblo a la defensa del país. Ya desde muy temprano se le demostró con ello, al imperialismo, que estábamos dispuestos a luchar y que esta era una revolución de pueblo; porque solo una revolución de pueblo puede armar al pueblo».

La creación de las Milicias Nacionales Revolucionarias y de los Comités de Defensa de la Revolución, en 1960, fue la respuesta a los intentos de arrebatarles la libertad a los cubanos. La agresividad contra el archipiélago no hizo más que robustecer en el pueblo la conciencia de lo importante que resulta no bajar jamás la guardia ante el enemigo al acecho, porque «la historia enseña con demasiada elocuencia que los que olvidan este principio no sobreviven al error».

Ha de prevalecer siempre la convicción de que nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias están integradas por el pueblo armado, por el pueblo uniformado, como decía Camilo.

Así lo ha demostrado la historia épica de la resistencia de la Revolución. Fue el pueblo el protagonista de la victoria de Girón, el héroe de la derrota de las bandas contrarrevolucionarias, el invencible agente de los Órganos de la Seguridad del Estado que protegieron la vida de Fidel y que tantas veces han hecho morder el polvo de la derrota a los servicios especiales enemigos, entre ellos a la CIA.

Cuando se crearon las Milicias de Tropas Territoriales, nos enseñó Fidel: «nosotros tenemos que prepararnos para los dos tipos de guerra: la convencional y la popular. Eso es lo que obligará a los imperialistas a pensarlo unas cuantas veces, antes de cometer el disparate de una invasión a nuestro país».

El General de Ejército Raúl Castro explicaría, años después, que «la guerra de todo el pueblo significa que, para conquistar nuestro territorio y ocupar nuestro suelo, las fuerzas imperiales tendrían que luchar contra millones de personas y tendrían que pagar con cientos de miles e incluso millones de vidas el intento de conquistar nuestra tierra, de aplastar nuestra libertad, nuestra independencia y nuestra Revolución, sin alcanzar a conseguirlo jamás».

Así ha sido y así será. Nuestros enemigos tendrían que luchar contra millones sin lograr jamás sus objetivos. Cada intento encontrará la resolución de un pueblo fiel a su tradición de lucha, cumplidor de su deber, consciente de sus derechos, respetuoso de la ley y de la justicia, que son razones que se afincan en nuestra historia.

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