
Hardt acató la evidencia del Ministerio Público Federal de que Lula participó conscientemente de un esquema criminal de lavado de dinero y corrupción que involucra a la empresa estatal Petrobras y contratistas. La defensa niega tales acusaciones.
Al respecto, Boff asegura que percibe ‘un aspecto político. La intención de los que están en el poder no es solo condenar a Lula, sino condenar el proyecto de nación que él representa’.
Un ideal, señala, ‘de inclusión para disminuir la gran injusticia social, de autonomía frente al proceso globalización sin estar sometido a otras potencias’.
El escritor insiste en que el exdirigente obrero es objeto de una persecución polìtica por parte de ‘aquellos mil 700 opulentos y riquísimos, que aún controlan gran parte del PIB (Producto Interno Bruto) nacional. El proyecto de cambio social está siendo negado y Lula está preso injustamente’, reitera.
Sobre la posible respuesta de la sociedad civil a este proceso, Boff parafrasea a uno de los héroes de la Revolución mexicana (Emiliano Zapata): ‘Si el Gobierno no se ocupa del pueblo, el pueblo no debe dar paz a ese gobierno’.
Necesitamos dar la lucha a ese gobierno. En las calles, en las protestas, en los diversos recursos jurídicos, en las cortes internacionales, y denunciar al mundo, recalca el filósofo.
Subraya que Brasil vive ‘en un Estado post-democrático. En un Estado sin ley. Él es autoritario y da un tiro en la Constitución y en las leyes. Ellos condenan sin prueba. Lo importante es condenar’.
Argumenta que la justicia está al servicio de ese otro plan: ‘la alineación al imperio, a los grandes conglomerados mundiales, que controlan la economía, y nosotros como socios menores, agregados, sin autonomía, sin un proyecto que incluya a los pobres’.
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