Día de la Medicina Latinoamericana: Lazos de amor y vida

Doctor Alberto Damián García Guerra, director general del Hospital provincial Pediátrico Docente Hermanos Cordové/ FOTO Roberto Mesa Matos

Una enfermedad del padre, cuando aún era un niño, lo estimuló a querer estudiar Medicina, “para así cuidar a los pequeños, y que no llegaran a ser adultos enfermos”.

Así pensaba en la infancia, con la inocencia propia de ese período, Alberto Damián García Guerra, pero la vocación y orientación profesional no estaban lejos de los deseos: se graduó de médico y al optar por especialidades “miró” hacia la Pediatría.

Hoy, con 34 años de edad, es el director general del Hospital provincial Pediátrico Docente Hermanos Cordové, de Manzanillo.

“No es fácil dirigir a quienes fueron tus profesores, a los que valoro con mucho respeto, nos sentamos a dialogar y el consenso, sobre la base de la ciencia y en beneficio del paciente, puede llegar sujeto de ambos lados. Experiencia y juventud son aquí armoniosas.

“El encanto de la pediatría es que los niños retornen curados a casa, que el padre lo reconozca, te abrace y también sonría.

Hace unas jornadas, el “Pediátrico” de la Ciudad del Golfo de Guacanayabo mereció la condición Colectivo Destacado, que entrega el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud Pública.

“¿Mi colectivo? Muy consagrado, médicos, enfermeras, especialistas, técnicos y trabajadores no tienen ni día ni hora para esforzarse en cada tarea, no obstante las limitaciones. Aquí soy feliz y agradezco a la vida esta oportunidad”.

García Guerra habla orgulloso de que en el tiempo “crudo” de Covid-19 no falleció ningún pequeño, y en el presente son satisfactorios los indicadores que miden la eficiencia de la labor hospitalaria.

“Mis reglas de oro son el ejemplo, el sentido de pertenencia hacia una labor tan sensible como la que llevamos adelante. Además no pueden faltar la disciplina y responsabilidad, la organización, el chequeo y evaluación de las tareas.

“Hay que convertirse en el padre y amigo, el investigador de ese niño porque, ciertamente tienes que adivinar lo que sucede, porque muchos no cooperan. Llegarle con paciencia, sensibilidad y amor”.

DOSIS EXACTA

Es un área tan antigua como el mismo hospital, 109 años cumplidos el pasado 10 de octubre,  pero de lo que fue a hoy ya no quedan huellas: la modernidad es maravillosa.

El Hermanos Cordové  es la instalación de su tipo más añeja e igual su banco de leche, algo así como una “minindustria” láctea, dentro de la unidad asistencial.

Hace siete años, la licenciada en Enfermería Marcela Lavín Frías se desempeña como la jefa de la pequeña instalación, donde se pone a prueba que, a  pesar de los obstáculos, el gobierno revolucionario garantiza el vital alimento, allí, donde es imprescindible.

Lavín Fonseca explica que hoy “el Banco dispone de mejores condiciones para laborar y velar por la inocuidad de los distintos procesos.

“Trabajamos hasta 43 litros de leche fluida por día, que nos envían desde Lácteos Manzanillo. La cifra aumentó porque igual lo hicieron las “tomas” que se le dan a los niños: cuatro al día”.

Pero eso no es todo. En el banco de leche, del Hermanos Cordové  preparan, además, varias fórmulas lácteas: yogurt, neocake (alimento a base de yuca), prolaxín, y los nutricionales 1, 2 y 3.

Los últimos del “paquete” son alimentos que el país importa desde otras naciones a un costo nada despreciable y se distribuyen a los niños que no asimilan la lactosa.

Marcela dice que no tienen descanso, trabajan las 24 horas y elogia a las técnicas Danieska, Solangél, Nolvis, Yaimara y Mariselis.

EL “ÁNGEL” DE MARÍA

Cuando sus padres, Miguel Ángel y Rosa le pidieron convertirse en especialista de la Salud Pública, María de los Ángeles Sotto Vargas solo pensaba ser digna de la altura profesional de aquellos, que tanto cariño sembraron entre quienes le conocieron.

Integrantes del departamento de Enfermería; María de los Ángeles Sotto Vargas, al centro/ FOTO Roberto Mesa Matos

Ambos progenitores tallaron en su hija (son cinco en total, tres de ellos profesionales de la Salud Pública) la humildad, sencillez y nobleza desde la cuna y así fue María a firmar los “sueños a mis viejos”.

“No me gustaba la Enfermería, pero después que me adentré en sus interioridades, en las características del quehacer y sus resultados, me enamoró”.

Sotto Vargas fue alumna ayudante y una de las mejores graduadas como Enfermera General en 1982, del antiguo Politécnico de la Salud, de Manzanillo, institución donde permaneció como docente por 10 años.

“Requirió mucho empeño y sacrificios, porque es inculcar la pasión hacia esta profesión a las nuevas generaciones, es cultivar en ellos la sensibilidad y el amor, la solidaridad, ética y humanismo, porque somos el alma de los hospitales”.

María llegó al Hospital Infantil de Manzanillo, en 1992: “Para mí no hubo período más enternecedor que este. Soy muy carismática y siempre me mostraba feliz en la sala de Gastroenterología; los niños y los padres sonreían, no obstante los dolores.

“La enfermería pediátrica debe “bordarse” con sensibilidad mayor, entrega permanente, para que los peques no dejen de sonreír nunca. Es muy doloroso no ganar el combate por la vida, pero es maravilloso verlos partir sanos y alegres en brazos de los padres”.

Las seños del departamento de Enfermería, del centro asistencial manzanillero, lideradas por Katia Ávalo Sánchez, reverenciaron la admiración y el respeto a su maestra y colega, que se acoge a la jubilación.

Hubo lágrimas, abrazos y sonrisas, flores y obsequios porque, si algo ganó María fue un sensible apelativo: ser un ángel del Pediátrico, donde anudó fuertes e indestructibles los lazos del amor, las sonrisas y de la vida.