Bayamo, Granma.–La voz detrás del teléfono suena calmada. –Hola. Sí, soy Liliana Fajardo Bárzaga–, confirma sin reparos la madre del pequeño Dilan, quien, con solo 18 meses de edad, se convirtiera el pasado 22 de marzo en el primer niño positivo a la covid-19 en Cuba.
Desde una de las salas del centro de aislamiento ubicado en el hospital militar Joaquín Castillo Duany, de Santiago de Cuba, la joven de 19 años y portadora también del nuevo coronavirus, accedió a conversar brevemente con Granma, vía telefónica, sobre el diagnóstico, el tratamiento y ese «huracán de amor» con el título de médicos, que les han salvado la vida a ella y a su bebé.
«Cuando la prueba del niño dio positivo, lo primero que hice fue llorar mucho, tenía miedo. Casi enseguida supe que yo también portaba el virus», narra, ahora más tranquila, Liliana; tras diez días de tratamiento con evolución satisfactoria para ambos, al tiempo que recuerda cómo comenzó esta inesperada experiencia.
«Nosotros viajamos desde Madrid hasta el aeropuerto de Santiago de Cuba el día 17 de marzo, para visitar a mi familia en el municipio de Guisa, y como no presentábamos ningún síntoma al pasar por los controles del aeropuerto, ni podía imaginar que tuviera la enfermedad. Llegué a mi pueblo y salí a realizar compras, y estuve en contacto con algunos amigos y familiares.
«Por eso fue más difícil cuando recibí la noticia, porque sabía lo que significaba. Sin sospecharlo, había puesto en riesgo a gente muy querida para mí, e incluso a personas que no conocía, pero afortunadamente no llegamos a propagar el virus».
–Eso se debe en gran medida a la eficacia de la pesquisa en tu comunidad…
–Realmente todo fue muy rápido, desde que llegamos la doctora del consultorio nos fue a visitar a la casa, y en cuanto a Dilan le dio la primera fiebre de 37 grados, esa misma doctora, Dunia, que no recuerdo su apellido, no perdió tiempo y lo reportó.
«Nos llevaron primero al policlínico Guillermo González, de Guisa, y de ahí nos trasladaron en ambulancia hasta el hospital infantil Norte, de Santiago de Cuba, donde nos hicieron las pruebas a los dos, aunque yo me mantenía asintomática.
«Fueron dos pruebas y el resultado fue positivo. De ahí nos trajeron para este centro de aislamiento donde hemos recibido una atención muy esmerada».
Equipado para esta contingencia, la estadía en el centro hospitalario de Santiago de Cuba no ha sido para Dilan, a decir de su madre, tan «espinosa».
«Aquí Dilan tiene su propia cunita y ha estado todo el tiempo conmigo, porque ninguno de los dos tenemos síntomas; pero aun así, a mí me han dado los medicamentos, como el Interferón, y al niño, además del tratamiento que recibe para el nuevo coronavirus, le están atendiendo una neumonía que se le descubrió en estos días.
«Eso implica que le den medicinas hasta tres veces al día y lo inyecten dos, pero los enfermeros y médicos son muy cuidadosos, siempre realizan el procedimiento tomando todas las precauciones.
«También lo miman mucho. Desde que llegamos, yo dije las cosas de comer que le gustaban y se las preparan a su gusto, y además de la leche, el yogurt, el refresco y las otras meriendas, le traen el platanito maduro porque le encanta».
Dilan, quien apenas comienza a decir sus primeras palabras, no sospecha que, mientras juega en la cuna, esos hombres y mujeres de batas verdes y nasobucos en el rostro, que lo visitan a diario y acarician con la mirada, son los mismos que lo curan no solo con medicina, sino también, con el corazón.
De ellos, de su entrega y amor, seguramente les hablará algún día Liliana, porque ese es el mejor recuerdo que se lleva a casa, según confiesa al cierre de la conversación.
«Los dos equipos médicos que nos han atendido, tanto los del primer grupo, que nos recibió cuando llegamos al centro, como el personal que está ahora, han sido maravillosos con mi niño y conmigo. Por eso regresaré a España más orgullosa de los doctores cubanos, y agradecida siempre de que, a tiempo, nos hayan salvado la vida».