Con una maleta cargada de sueños partió a Qatar la joven doctora manzanillera Yamilka Suárez Tamayo, atrás quedaron los temores de lo desconocido porque lo «único cierto, lo verderamente importante, es salvar».
Su invariable afán de ser útil a los demás, aquel que impulsó el anhelo de ser médico y llevar con orgullo la bata blanca, le revistió con la coraza de la vida y allá partió como integrante del Contingente Henry Reeve para oponer sabiduría y amor al virus SARS-CoV-2 que hoy sigue arrebatando alientos.
«El reto es inmenso, pero vale la pena porque aprendemos más sobre la medicina, hacemos ciencia porque cada paciente es un libro nuevo para nosotros, y el principal éxito es que ellos se recuperan y muestran su agradecimiento por la labor que realizamos», comenta la doctora del policlínico cuatro Luis Enrique de la Paz Reina, graduada de la Universidad de Ciencias Médicas de Granma hace cinco años.
«Desde junio a noviembre del 2020 nos enfrentamos a aquella cultura, a la barrera idiomática, a un virus novedoso en un lugar desconocido, y siempre decían que los cubanos éramos los únicos que les examinábamos, que le dábamos la palabra de aliento, que se veía el interés nuestro de ayudarlos como humanos.
«¡Ustedes son de Cuba! ¡Ustedes son de la tierra de Fidel! Y eso a nosotros nos daba tremenda satisfacción. Fue la primera salida del país y una experiencia única, pues atendimos a otras personas porque nuestro Comandante en Jefe lo dijo, que los médicos cubanos íbamos a salvar al mundo y verdaderamente lo hacemos.
«Salvamos al mundo y estamos en nuestro país donde hoy hacemos falta, donde nos forjamos y hacemos lo que debamos, y esas experiencias adquiridas nos sirven para contribuir a transformar las situaciones y administrar los recursos, idear cómo dar una mejor ruta a este desempeño y vencer a la enfermedad».
Como si no bastara el riesgo de aquellos días intensos frente al dolor lejos del hogar, a su regreso volvió a ponderar por sobre la propia la seguridad de aquellos que pudieran padecer la COVID-19 en su mismo suelo.
«Luego de esos cinco meses de arduo trabajo con pacientes positivos, y de preparación intensiva, ya de regreso a casa pues se produce el rebrote acá y mi paso fue estar en esa primera línea, por eso hoy integro el equipo médico que labora en el Centro de aislamiento para contactos de casos confirmados en el Campus Blas Roca Calderío».
Justo allí cumple su nueva misión, donde se forjan hombres y mujeres de bien para eternizar el legado del insigne manzanillero que a decir del Comandante en Jefe Fidel Castro legó «su ejemplo de modestia, de humildad, de naturalidad, de sencillez; su extraordinaria sensibilidad humana».
La joven valida que «contamos con un país donde la medicina es gratuita y define estrategias imprescindibles como estos centros de aislamiento donde se evita la propagación de la enfermedad».
Aquella «característica de predicar con el ejemplo; el hecho de poner siempre por delante de todo la Revolución y el Partido» que predominó en Blas Roca se afianza en jóvenes como esta manzanillera de 28 años que camina convencida de que «los jóvenes damos el paso al frente porque nosotros somos el futuro».
Ante su decisión, pese al miedo, los padres sienten el orgullo de que en su mayor tesoro crezca con fuerza la estirpe rebelde que agradece al país «el ser más que generoso con el mundo y con los cubanos, que labora sin descanso por una vacuna; y tenemos fe en todo el esfuerzo de la nación en aras de crear y avanzar en la lucha contra la COVID-19, y creemos en nuestros dirigentes y los profesionales que aportan a ello».
La también especialista de primer grado en Medicina General Integral reconoce en el servicio asistencial cubano una tenacidad indoblegable: «el médico cubano es inagotable y la labor del MGI es maravillosa por esa capacidad de aprender y adaptarse a trabajar en diferentes lugares, es digno de reconocer al igual que la labor de las enfermeras, quienes pasan el mayor tiempo con los pacientes, que más se exponen a la cabecera del necesitado y dan todo incondicionalmente a cada ser humano».
Oriunda del Remate, comunidad rural de la ciudad de Manzanillo, pero residente hoy en el consultorio médico de la familia del Palmar, hace suya la paradigmática consagración y fidelidad a los intereses del pueblo de Blas Roca.
El inclaudicable combatiente dijo: «nunca he dejado de luchar y nunca, ni en la circunstancia más adversa, he perdido la fe en el futuro. Ese ha sido mi escudo y mi bandera»; y la doctora Yamilka Suárez Tamayo acentúa que «donde haga falta mi apoyo, donde me necesite la Revolución, estaré siempre».