El refrescante verde que domina el venerable sitio, trasmite sensaciones de serenidad y concordia al tiempo que simboliza también la vida, la fecundidad.
El recorrido por el lugar invita al silencio respetuoso, a la meditación, al patriotismo y también a la poesía.
Y vuelve a ser la mañana del sábado, 10 de octubre de 1868, a ese momento nos traslada el historiador y sentimos el ir y venir de esclavos que al toque de la campana acuden prestos a sus labores diarias.
Solo que esta vez, se dignifica la gloria, por suerte y seña de la Patria, cuando Céspedes, el dueño de la dotación, reúne a sus siervos, y los llama a sus brazos como hermano.
De pronto todo se transforma en alegría, gritos, asombro, lágrimas pero especialmente en la decisión de aquellos hombres de seguir, o no a quien los declara libres e iguales, que es decir hombres.
La historia atesora cada hecho acaecido tras la memorable jornada de la que celebramos ya 151 años y el preciado lugar exhibe hoy una ostensible transformación solemne para bien de la nación.
No obstante la obra maestra de la naturaleza, proveedora de toda riqueza, material y espiritual, sonríe al visitante desde el legendario Jagüey que decidió atrapar en su seno para siempre las ruedas de un ingenio con nombre Demajagua.
Y es que aquí inició todo, desde la épica hazaña que el abogado bayamés diera la libertad a los hombres bajo su propiedad y los invitara a luchar juntos por la independencia común, primer hecho fundacional de la Revolución, hasta lo que hoy somos: cubanos.
Con la humildad que hace grandes a los hombres, habrá que acudir una y otra vez a este Monumento, para bañarse de la luz que irradió al mundo el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros Miguel Díaz Canel Bermúdez cuando hace exactamente un año expresó: Estamos otra vez en La Demajagua, el lugar donde con mayor suma de sentimientos patrios, podemos decir: Somos Cuba.
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