Han pasado 32 años, pero Cuba no olvida. El 7 de diciembre de 1989 la Operación Tributo devolvía a los brazos de la Patria los restos de 2 289 combatientes caídos en misiones internacionalistas en África.
Todas las ciudades del país recibían los restos de sus hijos, para rendirles homenaje en los Panteones de los Caídos creados en todos los municipios.
El mausoleo al General Antonio Maceo, en El Cacahual, acogería la simbólica ceremonia ante los restos de 16 combatientes internacionalistas de todas las provincias y del municipio especial Isla de la Juventud, el mismo día en que cayeran en combate el Titán y su fiel ayudante Panchito Gómez Toro, y en el que se rinde homenaje a los mambises muertos en las guerras de independencia.
El arrojo de Maceo, su militancia al lado de lo justo y de la libertad, se multiplicaba en aquellos que fueron dispuestos a ofrendar lo más preciado en la tierra de nuestros ancestros. Maceo, intransigente, también cargaba al machete en tierras africanas. Hoy cuentan 125 años de la última vez que se alzara en carne y hueso… porque en espíritu y ejemplo sigue dando guerra todavía.
«Estos hombres y mujeres a los que hoy damos honrosa sepultura en la cálida tierra que los vio nacer, murieron por los más sagrados valores, murieron luchando contra el colonialismo y el neocolonialismo, el racismo y el apartheid, el saqueo y la explotación de los pueblos del Tercer Mundo, por la independencia y la soberanía, por el derecho al bienestar y al desarrollo de todos los pueblos, por el socialismo, por el internacionalismo, por la Patria revolucionaria y digna que hoy es Cuba», dijo entonces, emocionado, Fidel, y reafirmó el compromiso de que «sabremos ser capaces de seguir su ejemplo».
De estos internacionalistas, 2 085 cumplían misiones militares en la defensa de la naciente independencia de la República Popular de Angola, y 204 en tareas civiles, como parte de los 377 033 voluntarios combatientes cubanos que lucharon en ese país en los 15 años y medio que duró la Operación Carlota.
El Gobierno cubano siempre informó a los familiares de la muerte de cada combatiente internacionalista (en combate, por accidentes o enfermedad), pero resultaba imposible, en medio de la guerra, repatriar los cadáveres y sepultarlos en sus lugares de origen. Pero la Revolución no olvida a ninguno de sus hijos, y para esa humanitaria y leal misión se organizó la Operación Tributo.
El esperado momento de repatriar a nuestros internacionalistas caídos llegó, finalmente, luego de los acuerdos de paz de diciembre de 1988, que pusieron fin a las incursiones de los racistas sudafricanos dentro del territorio de Angola e hicieron posible la independencia de Namibia y liquidar el oprobioso sistema del apartheid en África del Sur.
Bien lo dijo el General de Ejército Raúl Castro Ruz, el 12 de diciembre de 1976: «de Angola nos llevaremos la entrañable amistad que nos une a esa heroica nación y el agradecimiento de su pueblo y los restos mortales de nuestros queridos hermanos caídos en el cumplimiento del deber». Así fue.