El Bárbaro del Ritmo, Benny Moré, sigue cantando a 58 años de su muerte (+Video)

Foto: Korda, Alberto
Foto: Korda, Alberto

La mayoría de la actual población cubana no lo conoció ni bailó con la orquesta que él dirigía con su bastón, pero seguramente ha oído sus canciones, visto alguna de las 16 películas en las que participó en la época dorada del cine mexicano, y no faltan en el mundo quienes coleccionan sus discos.

Es que Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, conocido como Benny Moré o El Bárbaro del Ritmo, es una de las glorias de la cultura cubana, cuya capacidad innata para la composición musical ha convertido en clásicos del bolero, a nivel internacional, algunas de sus canciones.

Nació en Santa Isabel de las Lajas un 24 de agosto de 1919 en el barrio Pueblo Nuevo, 32 km al sur del poblado de Lajas perteneciente al municipio de Cienfuegos y solo 10 km al noreste de esa ciudad, donde una estatua de cuerpo entero en el Paseo del Prado lo recuerda. Era el mayor de 18 hermanos y murió en La Habana, el 19 de febrero de 1963, cuando solo tenía 44 años.

El apellido Moré provenía de Ta Ramón Gundo Moré, esclavo del Conde Moré, quien, según la tradición de los congos, fue su primer rey en Santa Isabel de las Lajas. La historia familiar contaba que el rey congo había establecido relaciones amorosas con la esclava Julia Moré, también propiedad del conde, con la cual tuvo una hija. Su nieta tuvo una hija no reconocida por su padre. La bisnieta intimó con un acaudalado español y nacieron cuatro hijas, también no reconocidas, entre ellas Virginia Secundina Moré, madre de Bartolomé Maximiliano, tataranieto del rey congo.

El valioso aval de tener como antepasado a figura tan ilustre como el primer rey de los congos, hizo que los descendientes de la cofradía, fundada en el siglo XIX por un grupo de negros congos libertos, brindara siempre al Benny especial reconocimiento por la jerarquía de su origen.

De niño esa influencia fue determinante para su futura carrera como músico, con ellos aprendió a tocar el insundi, los tambores de yuka, los de Makuta y Bembé, invocadores de deidades (Orishas), con los cuales cantaba y bailaba a la perfección, e interpretaba el son, la guaracha y la rumba.

Con el nacimiento de otros hermanos menores, por ser el mayor, tuvo que dejar la escuela al finalizar el cuarto grado, para trabajar la tierra donde, a la vez, estimulaba a los demás con su ingeniosa facultad como repentista. Sin abandonar su labor como carretillero en el camagüeyano central Vertientes (hoy Panamá), integró con varios jóvenes, el Conjunto Avance. Más tarde, y como un desprendimiento del mencionado conjunto, organizó un trío.

Con casi 20 años de edad, en 1940, Bartolomé se despidió de su madre en el hotel Ritz del central Vertientes, donde ella trabajaba, y viajó en tren y en un camión a La Habana. Antes de partir le había dicho: «Me voy para La Habana a ver si triunfo en la música, para que tú no tengas que lavar y planchar más». En la capital inició un peregrinaje en calles habaneras por cuatro largos años, con una guitarra comprada en una casa de empeño, cantando en cafés, bares, hoteles, restaurantes, y hasta prostíbulos.

Bartolomé se presentó en la Corte Suprema del Arte y en su segunda ocasión ganó el primer premio. Tuvo su primer trabajo con el septeto de Lázaro Cordero en la emisora CMZ, y en una de sus correrías, Siro Rodríguez, integrante del famoso Trío Matamoros, lo escuchó cantar y quedó muy impresionado. Miguel Matamoros, guitarrista, compositor y cantante, regresó en 1945 de un viaje y tenía que cumplir de inmediato un compromiso con la mencionada planta radial, pero estaba disfónico y debía hacer reposo de voz. Por las excelentes referencias de Siro el escogido para sustituirlo fue Bartolomé y, con el tiempo, la meritoria labor y el buen carácter del joven sonero, se fue haciendo imprescindible en el Conjunto Matamoros, y quedó fijo.

A partir de ese momento, su carrera como cantante se puede catalogar de vertiginosa. No sóoo tuvo un trabajo duradero, sino que realizó sus primeras grabaciones en discos de 78 revoluciones por minuto, y realizó en 1945 su primer viaje a México, país donde se consagraría como cantor popular

Cuando terminó el contrato, el Conjunto Matamoros retornó a La Habana, pero sin Bartolomé, quien decidió probar fortuna solo en México. Al comunicarle su decisión a Matamoros éste le recomendó cambiar su nombre y comenzó a llamarse Benny Moré. En 1946 Benny se casó con Juana Bocanegra Durán, el padrino de la boda fue el afamado cantante mexicano Miguel Aceves Mejías.

La entrada de Benny Moré en 1948, como primer cantante de la posteriormente célebre gran orquesta de Dámaso Pérez Prado, resultó trascendente para su vertiginosa carrera. Con ella grabó más de 60 discos entre ellos: Bonito y Sabroso, Mucho corazón, Pachito e´che, Ensalada de mambo, y popularizó los temas Francisco Guayabal, creado por Pio Leyva, y Mulata.

La nostalgia por su familia, amigos, y el deseo de obtener laureles en su Isla, donde consideraba no era conocido lo suficiente, le hicieron regresar a su Lajas querido, a finales de 1950. El sonero mayor había dejado atrás comodidades, satisfacciones materiales y espirituales, amigos y amores.

En 1952 grabó con la Orquesta Aragón de Cienfuegos, a la que ayudó a introducirse en el mundo musical habanero. La discografía de Benny Moré, cuenta con unos 250 registros, un récord para un artista cubano de su época.

Ya con fama y prestigio bien ganados, decidió formar su propia orquesta con él como director, compositor y cantante, su querida tribu, como solía llamarle, con percusión cubana. No le fue difícil agrupar, en julio y agosto de 1953, a algunos de los mejores instrumentistas del país, para formar su primera Banda Gigante

Este Bárbaro no solo buscó el ritmo, sino al pueblo en sus textos y música. Un insigne artista que, según afirman sus estudiosos, dejó constancia de su voz al grabar sus discos desde 1940 hasta 1963, año en el que fallece.

«El Benny, fue bohemio, trashumante, sincero, desbordado, mujeriego, machista, sensual, tierno, violento, derrochador, pero, sobre todo, un cubano auténtico. No fue un hombre perfecto. Los orishas tampoco lo son», escribió un cronista luego de su muerte.

La realidad es que su amplio registro para la interpretación, y su capacidad innata para la composición musical, han hecho que sus grabaciones sigan escuchándose en el tiempo, y su vida haya constituido una leyenda.