A juzgar por la entrega desmedida a la causa revolucionaria cubana, al cumplimiento de su política y principios humanistas, el guerrillero argentino Ernesto Guevara de la Serna se sintió honrado como pocas veces antes en su vida, al ser proclamado “ciudadano cubano por nacimiento”.
No fue casual que en su carta de despedida, en octubre de 1965, confesara a Fidel: «Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ata a la revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo, que ya es mío».
El pueblo cubano consideró al Che como uno de los suyos, desde el 8 de febrero de 1959, cuando en Ley Fundamental promulgada por el Gobierno Revolucionario en sesión iniciada el 7 de febrero y finalizada en la madrugada del 8, se adoptó el acuerdo.
En correspondencia, el Guerrillero Heroico respondió totalmente a ese afecto que había surgido desde su encuentro con Fidel y con otros moncadistas en México y que formó su condición de cubano.
El Che, apelativo dado al destacado comunista por los cubanos, nos pertenece por legítimo derecho, de ahí que coincidiendo con sus premonitorias palabras, de que si le llegaba el momento definitivo en otras tierras, su último pensamiento sería para Fidel y para este pueblo que lo acogió como a un hijo, sus restos mortales descansan en mausoleo que honra su presencia en Santa Clara, ciudad que pasó a llamarse del Che.
A 59 años de este glorioso acontecimiento, el Che continúa inspirando a la lucha y la resistencia de un país que agredido y bloqueado por Estados Unidos, resume su valía en los pinos nuevos que admiran y respetan al cubano argentino con la aspiración de querer ser como él.