Posiblemente ningún otro país en el mundo la tiene peor a la hora de enfrentar lo que el Presidente cubano, Miguel Díaz Canel ha definido como el muy desafiante escenario económico global, tras el impacto de una pandemia que en los primeros seis meses del año puso en pausa a casi todas las economías y aún sigue ralentizando los más dinámicos procesos productivos, financieros y comerciales a nivel planetario.
Pero seguramente ningún otro, entre los pequeños estados de este mundo desequilibrado e injusto, está en mejores condiciones para intentar otro salto descomunal de la incertidumbre al riesgo.
Porque, también lo dijo el Presidente, “el peor riesgo estaría en no cambiar” y hay un testamento político recordándonos que “Revolución es sentido del momento histórico” (…) “cambiar todo lo que deba ser cambiado”, “emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos (…) desafiar poderosas fuerzas dentro y fuera del ámbito del ámbito social y nacional” y “defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio”.
“En la economía no podemos seguir haciendo lo mismo, porque, tal como lo estamos haciendo, no está dando resultados”. Con esa dura autocrítica arrancó la intervención de Díaz Canel, quien se refirió, desde las primeras líneas de su discurso ante el Consejo de Ministros donde se presentó la estrategia económica para la etapa post COVID, al modo en que el Gobierno ha actuado, escuchando y evaluando la mayor diversidad de opiniones, que van, desde la respetable seriedad de la academia, pasando por los criterios de antiguos cuadros y expertos, hasta la más sencilla de las preocupaciones populares.
Incluso criterios contrarios a la línea política de la Revolución fueron atendidos, según se dijo, separando siempre la malintencionada ofensiva de aquellas matrices que apuntan a un único objetivo: desmontar el sistema socialista cubano.
No usó eufemismo ni medias tintas en la respuesta a quienes han convertido las redes en un campo de batalla, donde diariamente se intenta desprestigiar y denigrar al Gobierno y a sus principales dirigentes, por parte de los mismos que no están dispuestos al más mínimo sacrificio por la nación; no se atreven a señalar al bloqueo como causa principal de nuestros problemas, ni siquiera a condenarlo y viven rasgándose las vestiduras, levantando falsas banderas de “preocupaciones” por el nivel de vida de la población, mientras se burlan de los descomunales esfuerzos del Estado por remontar las múltiples crisis derivadas en primer lugar de la guerra económica.
“Han dicho que vamos a cerrar todas las tiendas en CUC y en CUP, para dolarizar la economía. No se van a cerrar”, dijo el Presidente respondiendo directamente a los promotores de la tergiversación y la confusión que busca sembrar desaliento y desconfianza del pueblo, “en el único gobierno que en el mundo, se preocupa hasta de los percápitas de alimentos que se entregan a todos sus ciudadanos”.
Aunque está a la vista de quienes tengan ojos y quieran ver, no sobró su aclaración de que “todos los días estamos enfrascados en la búsqueda de soluciones a los problemas, pensando y sintiendo como pueblo, pensando y actuando para el bien de todos.
“Nos toca explicar que, en ocasiones, para beneficiar a todos hay que implementar medidas que “favorecen” a pocos, pero que a la larga beneficiarán a todos”, dijo Díaz Canel y en esa expresión, aparentemente contradictoria, resumió la explicación de una medida que no es agradable tomar por cuanto apunta a desigualdades indeseadas, pero inevitables si se quiere disponer de divisas para adquirir los abastecimientos que harían funcionar cualquier tipo de mercado.
Pero, se seguiría la directriz del adversario si se habla de una única medida dentro de un sistema de profundas modificaciones que incluye la implementación inmediata y definitiva de acuerdos pendientes de los últimos congresos del Partido, que impactarán a toda la economía, desde la producción de alimentos, prioridad número uno, hasta las políticas monetaria, financiera, de importación y exportación, de gestión de la propiedad, entre otras.
La estrategia presentada este jueves por el Viceprimer ministro y ministro de Economía, Alejandro Gil, llega en un momento marcado con igual intensidad por dos sentimientos que se contraponen y complementan en el alma nacional, aunque suene como un absurdo: de un lado optimismo y elevada autoestima por la victoria frente a la COVID 19 como resultado de un inédito enlace entre Ciencia, Salud y Gobierno. Del otro, la lógica incertidumbre que genera el carácter global de la crisis.
Si hasta para las grandes economías los pronósticos asustan, ¿qué nos espera a los pequeños, a los cercados, a los que se niegan a doblar el cuello bajo la rodilla de Trump?
Cuatro meses sin turismo, es decir sin la locomotora nacional, corriendo en paralelo con muy fuertes gastos para controlar la pandemia, y casi un año de cerco a las compras de combustible, en cualquier mercado y a cualquier precio, convierten nuestra sobrevivencia, la ausencia de apagones y la elevación de los salarios desde el pasado año, en un suceso objetivamente inexplicable. Otro misterio de los muchos que nos acompañan desde la omnipresencia de Martí por más de un siglo y de Fidel en los últimos años.
Falta preguntarse por qué este jueves los cubanos no vivimos el típico día de malas noticias que se ha vuelto cotidiano en naciones vecinas aquejadas por la pandemia, con sus enfermos mandados a morir a sus casas y sus muertos esperando ser recogidos en las calles, mientras la gente prefiere no preguntar cómo será su nueva normalidad con tantos empleos perdidos y tanto horizonte incierto.
Cuba tiene un Plan. Es IDEAL. Ideal por las ideas que lo sostienen, no por perfecto, lo aclaró el Presidente, quien lo ha resumido en cinco puntos:
- Implementar los acuerdos del Congreso del Partido y cumplir con las demandas populares emanadas del debate popular de sus lineamientos.
- Derrotar la política de bloqueo.
- Enfrentar la crisis global y multidimensional que el neoliberalismo y la pandemia han exacerbado.
- Aplicar Ciencia e innovación a todos los procesos productivos y dinámicas sociales para afianzar el desarrollo.
- Legitimar y afianzar el ideal socialista como único camino hasta ahora conocido hacia la prosperidad con justicia social.
Ahora, que hasta las esperanzas se han perdido en medio mundo, entre el miedo al contagio y el contagio del miedo, tener Plan es tener certezas. Y ahí sí que no hay misterios. Sólo un gigantesco desafío. Venimos de vencer uno inmenso. No hay por qué temerle a otro. El Presidente lo ha dicho: Pudimos. Podremos¡¡¡