¿El país donde yo vivo?

Estudiantes de tercer año de Automática de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas. Foto: María Del Carmen Hernández Carús/Facebook.

Cuando leo en esta red el desastre, la miseria, la desolación, el hambre, el desamparo, la tristeza, que algunos dicen que hay en mi tierra, yo me pregunto ¿estarán hablando de este país donde yo vivo?

Porque son frases muy fuertes las que usan. Que si los niños se van con hambre a la escuela. Que si hasta abril no nos podemos bañar con jabón. Que todo el mundo está triste y nadie puede hablar porque lo llevan preso. Y así un sin fin de cosas más.

Negar que haya necesidades es ser ciegos, que se dificulta conseguir algunas cosas es verdad, pero de ahí a pintarnos de la manera que lo hace es manipulación de la verdad.

Particularmente yo no he dejado de desayunar, almorzar ni comer ningún día si he tenido deseos de hacerlo, no me he dejado de bañar, no he dejado de lavar la ropa, no he dejado de reírme, de salir a pasear, de discutir y hablar en cualquier lugar donde he visto que algo no funciona y nadie me ha mandado a callar o me han puesto tras las rejas.

No tengo a nadie en el exterior que me envíe remesas y no hago negocios ilícitos. En mi casa todos trabajamos y duro, eso sí es verdad.

Pero por si acaso yo fuera excepción, hoy lunes antes de comenzar mi conferencia con los estudiantes de tercer año de Automática de la UCLV, les hice varias preguntas.

¿Qué tal el fin de semana, descansaron? Sí, profe. ¿Comieron bien? ¿Hicieron las tres comidas del día? Algunos dijeron que el desayuno no porque se levantaron tarde y ya era hora de almorzar. ¿Se bañaron, con agua y jabón? Claro, profe, solo uno haciéndose el gracioso dijo que se había bañado con Maguey, a lo que los demás respondieron con el abucheo normal de jóvenes alegres. ¿A que se dedican sus padres? ¿Alguno es Ministro o tiene un puesto en el gobierno? Se rieron y fueron diciéndome los oficios de papá, ingeniero, electricista, campesino y así sucesivamente. Les tomé una fotografía, miren que saludables y bellos están.

Mis alumnos al parecer tampoco viven en esa isla desolada, triste, desamparada y hambrienta, menos mal.