El pueblo y la Patria en los CDR

Foto tomada de Internet
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Pueblo y Patria son dos conceptos que se unen en una de las ideas más nobles de la obra socialista iniciada desde el enero triunfante de 1959. Son el baluarte de una conquista que de barrio en barrio, de comunidad en comunidad, de ciudad en ciudad, van dando forma legítima a la Cuba de ayer, hoy y siempre.

El pueblo, en su forma más simple y compleja a la vez: un cubano o cubana, padre y madre, hermanos, sobrinos, transformados por la fuerza de la libertad en estudiantes, obreros, profesionales, en trabajadores estatales o no estatales, en conquistadores del conocimiento, es el que da vida a los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), una organización en virtud de la tranquilidad nacional.

Aquella iniciativa de hace 59 años, surgida como estrategia para enfrentar a quienes intentaban usurpar la victoria, no deja de serlo; mas hoy adquiere nuevos valores, esos en los que unidad, empeño, dedicación, solidaridad, altruismo, desempeñan roles esenciales por el bienestar común.

Así, unidos y combativos, materializamos el sueño de ser uno y nos volcamos a perfeccionar la obra de las generaciones pasadas.

No caben dudas de lo que somos cuando elevamos las voces y exigimos ante la ONU y en cada escenario de nuestra nación que el imperio yanqui ponga fin a sus excusas injustificadas, a los planes injerencistas y políticas hostiles, al bloqueo económico y comercial que impone limitaciones y carencias a la sociedad, en contra de derechos básicos del ser humano: la soberanía e integridad de este pueblo al que no renunciamos.

Se vuelve infalible nuestra fuerza si juntos clamamos por la paz y el fin de leyes absurdas impuestas a países hermanos. Estremecemos la tierra en marcha de trabajadores que aportan a la economía desde los más elementales frutos, y que con sacrificios están dispuestos a cumplir las metas de la productividad, la eficacia, la sostenibilidad y sustentabilidad, con ahorro y eficiencia.

Constante es la sensibilidad con que ayudamos al prójimo, al vecino que sin vacilaciones y como dice el refrán es el mejor hermano. No importan sus dotes o los beneficios, basta con la satisfacción propia de sentirse útil, fiel, amigo. Y, a la vez, lo es el ánimo con el cual protegemos los bienes de manzanilleros, granmenses, en fin, cubanos.

Igual de inmensa es la cualidad de quienes donan su sangre para salvar vida, disponen sus energías en beneficio de hombres y mujeres, niños y niñas de otras regiones, ocupan su tiempo libre en la labor preventiva y ofrecen sus hogares para proteger a los necesitados en caso de eventos climatológicos; y en la actual contingencia energética, quienes denotan sufibra humana y trasladan con placer a algún necesitado de llegar a tiempo a su destino.

Y más notable son estas casi seis décadas cuando contribuimos a la educación de los hijos, a la formación de generaciones comprometidas con el quehacer del pueblo, a la preservación de la identidad nacional y de los valores con los que mantenemos a flote, resistente, viva, firme, esta Isla revolucionaria en un mar de oleadas de intrigas y amenazas.

En todo ello va la Patria, el suelo que nos vio nacer, el país que pensamos, que construimos con nuestros esfuerzos y engrandecemos con la voluntad de continuar forjando sus sostenes: valores éticos, morales, humanos, sociales, ideas justas y principios, que amamos y resguardaremos como protagonistas de la mayor organización de masas en Cuba.

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